Estamos en pleno debate de los
presupuestos del Gobierno de Canarias para 2014. Aunque sería más propio decir
que “están” en esa discusión. Están ellos, los de allí, los de otras islas
diferentes a esta la nuestra. Porque aquí, como nos suele
ocurrir con frecuencia, estamos a otras cosas. Hay un par que están a ver si
pueden hacer valer unos votos que dicen que son suyos, hay seis o siete que
sacan reglamentos, leyes, mandamientos y códices para consultar si pueden
seguir decidiendo, hay diez o doce zarandeando minorías a ver si alguien se cae
del guindo, y luego están los socialistas.
Con este panorama no es de
extrañar que en Tenerife hagan y deshagan a su antojo. Al suyo y al del resto
de islas que sí comparecen al debate y que sí meten cuchara. Para cuando
alguien de los nuestros reacciona ya no queda potaje, así que toca abrir la
nevera y a ver qué hay. Con suerte un
trocito de carretera por aquí, un par de aulas por allí y pare usted de contar.
Nos comemos las sobras, básicamente. Con lo cual vivimos en un permanente
estado de necesidad nutricional que, al tiempo que nos tiene en los huesos, nos
hace rehenes de los mantenedores.
Quizá eso explique lo apocaditos
que estamos este año. “Hay que ser conscientes de la crisis”, se oye gritar a
unos; “hay otras necesidades antes que esa”, susurran otros. Señor tutor , no
me dé cordero y vino que con algo de pan y agua voy tirando. Así los quiere Paulino. Y así los tiene. Nos
tiene: a pan, duro, y a agua.
Nada más lejos de lo que se espera. Porque, al menos
yo, espero políticos de altura. Con ambición por su isla. Capaces de exigir al
máximo. Sin complejos. ¿Crisis? Por supuesto. Pero para todos, no sólo para
Lanzarote. Y toca la casualidad de que al resto de islas no les va nada mal en
inversiones. Pero, claro, si algunos tienen, otros carecen. Y da la sensación
de que este año ni siquiera hemos tenido que soportar un mal reparto. Nos
hemos borrado solitos de la lista de las exigencias.