viernes, 22 de noviembre de 2013

La confianza


Votar por una persona es otorgar nuestra confianza a alguien. Técnicamente le votamos al partido político, es cierto, pero lo partidos ni hacen ni deshacen: son las personas. Así que al votar lo que en realidad estamos haciendo es confiar en alguien. Y la confianza, de más está decirlo,  es algo que nos sale de muy adentro. Íntimo por tanto.  Es depositar una honda esperanza en aquellos que consideramos capaces, o que se nos ofrecen, para que lleven a cabo nuestros deseos de mejora individual o colectiva.

A los que cada cierto tiempo vienen a solicitarnos eso tan personal les pedimos avales. Y su garantía es, además de su palabra, el programa electoral. Confío mi suerte, y la de mi comunidad, a uno que me ha dicho que tiene principios y palabra. Y cuando alguna de las dos cosas falla lo mínimo que merezco es una explicación. Lo que exijo es que Mónica Álvarez y Sergio Machín me expliquen por qué han decidido dejar de devolverme el crédito que, es un suponer, les di al votarles a ellos  a través de su partido.

Quizá pueda llegar a entenderlos. O puede que no. Pero lo que es cierto es que si no me lo explican difícilmente podré decidir si debo seguir confiando en su palabra o borrarlos de mi historia. Su actitud personal está poniendo en jaque a todo un Gobierno. Y algún día tendrá que dejarnos de hacer gracia todo esto que a lo largo del último cuarto de siglo de la política insular tan entretenidos nos ha tenido.


El ejemplo de esta semana, con lo de las becas, ha sido para que lo pensemos. El espectáculo que se ha ofrecido en el Cabildo por una cuestión a la que nadie se opone (ayudar a las familias de los estudiantes universitarios) nos debe hacer reflexionar. ¿Vamos a estar así lo que queda de legislatura? ¿Volverán a pedir que confiemos en ellos los que son incapaces de consolidar mayorías de Gobierno?

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