miércoles, 12 de noviembre de 2014

Una historia del Banco de Santander


Me cuenta una persona, recién estrenados los cuarenta, que lleva siendo cliente del Banco de Santander en Arrecife desde que cobró su primera nómina. Hace de eso un par de décadas.  Durante todo este tiempo, y gracias a su espíritu ahorrador, su cuenta corriente presentaba un aspecto más que saneado. En el Banco de Santander se sentía muy bien tratado: libre de comisiones, sin pagar por la tarjeta de débito, constantes propuestas para que aceptara otras tarjetas a crédito...

Pero todo se torció cuando, hace unos tres años, quedó en el paro y, sobretodo, cuando desde hace unos meses pasó a percibir la ayuda de 480 euros tras agotar la prestación por desempleo propiamente dicha. De repente en el Banco de Santander empiezan a cobrarle por hacer transferencias, por tener tarjeta, por usarla en cajeros, por....por todo, en definitiva. Extrañado consulta a su oficina de toda la vida y le contestan que "ya tiene menos de 20.000 euros en la cuenta (muchos menos, claro) y sus ingresos regulares son menores a 600 euros". Que está empezando a ser pobre, vamos. Y no lo acaba de entender.

Su reflexión, la que cualquiera se haría, es que mientras uno gana pasta y tiene capacidad para ahorrar y ser dueño de una cuenta bien engrasada, el Banco te respeta. Cuando pasas una mala racha, vas flojeando y resistes como puedes, desde el Banco, directamente, te dan por el culo. Nada que no esté en los contratos, por supuesto. Pero tienes todo el derecho a sentirte un mierda. Este sistema te invita gentilmente a ello.