martes, 1 de febrero de 2011

Una bella lección de valentía




Nunca he sido lo que se dice un valiente. Me asustan la mayoría de los insectos, me duele mucho el daño que me hago y soy de natural optimista quizá para no afrontar sin coraza el lado negativo de las cosas. Por ello se me desgarró el alma cuando supe de la realidad que envolvía a Puri. Me lo dijo Berto en tiempos de aquella hermosa aventura que fue Localia. Me explicó con detalle cómo la puta Naturaleza desandaba el camino de la lógica y se cebaba en el cuerpo frágil de una mujer dura. La Vida usó el guión más macabro.

Al saber de su lucidez, inmediatamente pensé en sus hijos. Entonces Berto, Mario Alberto, un ser humano excepcional, me dijo que la propia madre los estaba preparando para lo inevitable. Para lo que fracasa cualquier tipo de aleccionamiento. Y ahí creció mi admiración por la persona que conocí en la segunda mitad de los ochenta (habrá que decir del siglo pasado) mientras cavábamos trincheras con las que combatir en una de las etapas más convulsas del periodismo insular.

Nunca fuimos íntimos, acaso porque habita en mí un ser ya irremediablemente huraño. Así que me quedo con la honestidad de su trabajo y, muy a pesar de tanta gente que la quisimos y la respetamos, me quedo también con esta bella, última, lección de valentía. No lo olvidaré.