domingo, 29 de noviembre de 2009

Aminatou no quiere ser española


Y bien que hace. En su lugar yo también me negaría a ser ciudadana de un país de gobierno de calzones bajados y chorrillo permanente frente a mon amí Mohamed. Tras dos semanas en huelga de hambre y un auténtico escándalo internacional, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha ampliado a tres las ofertas sugeridas para dar salida a la crisis provocada por la situación de la activista saharaui pro derechos humanos, Aminatou Haidar. Las dos primeras fueron rechazadas, una por insultante y otra por cachonda. Así se ha de definir que la manden a la oficina de Marruecos a por otro pasaporte que sustituya al que el propio Marruecos le quitó, o que pida estatus de refugiada en un lugar de la que es residente, al menos, hasta enero de 2010. La tercera, la que ha rechazado este domingo, le sugería que admitiera la nacionalidad española ofrecida por el Gobierno.

¿Y quién les ha dicho nadie que Aminatou quiera ser española? Tras esto es fácil imaginar a Marruecos cada vez más fan de Zapatero y del PSOE. Las ocurrencias de la Diplomacia española parecen dictadas por el Ministerio del Interior marroquí que espera con interés, y catorce aviones en El Aiún, que la tercera vía sea aceptada para ir organizando vuelos turísticos repletos de molestos saharauis al Lanzarote de las oportunidades. A pie de pista, o escondido en un despacho (más bien lo segundo) el representante del Gobierno español en la isla, Carmelo García Déniz, regalando carnés de español a los activistas desembarcados.

El país que quiere tener una habitante más, empadronada en la Terminal 1 del Aeropuerto de Lanzarote, es un lugar de comportamientos quijotescos en las grandes cuitas y maquiavélico en las pequeñas cosas, en palabras de Fernando Savater. Y no le falta razón al filósofo. Sólo hay que ver la que queríamos liar con eso de la Alianza de las Civilizaciones y lo incapaces que estamos siendo para devolver a una ciudadana al lugar del que partió obligada.           

Recordar ahora cómo el Gobierno socialista quiso, en los primeros minutos, solucionar este asunto de enorme repercusión mundial causa cierto sonrojo. Pensar que con echarla a la calle a dormir, empujar a la prensa y denunciarla ante un Juzgado de Primera Instancia la cuestión estaba anulada es, en efecto, muy maquiavélico y un punto obsceno. Tratar ahora de solucionarlo mandando a una cupletista que tiene el número del móvil de Moratinos es surrealista y patético. Amitetou Haidar no quiere ser española. No pretende tan alto honor. Sólo quiere volver a su modesto hogar de El Aiún, donde le espera su familia.

Y mientras los días van pasando.