domingo, 24 de marzo de 2013

Un progreso hacia atrás


Desde el mismo instante en que nació la edición impresa de Diario de Lanzarote, cuyo número diez tiene ahora en sus manos, o sobre la mesa, o encima de la barra del bar, que son los tres soportes más habituales para un diario de papel, este periódico no ha hecho otra cosa que pone de manifiesto lo mucho que Canarias, y España, deben a Lanzarote. Se mire por donde se mire y se pongan como se pongan los que tienen la obligación de invertir aquí lo mismo que gastan allí. Sea donde sea “allí”, aunque casi siempre suele ser Gran Canaria, Tenerife, La Palma y, de último también, Fuerteventura. Y el progreso de Lanzarote puede seguir yendo hacia atrás, que en esto sí somos pioneros: en retroceder cuando queremos avanzar.
El grado de paletismo alcanzado por nuestros gobernantes y los dirigentes de los partidos a los que pertenecen estos gobernantes, hace que seamos tremendos a la hora de pelearnos entre nosotros y unos borreguitos cuando hay que plantar cara a Tenerife o Madrid. Ejemplos los tenemos en el surrealista episodio del alcalde de Haría, José Torres Stinga, convertido en casi un huraño de entre los de su especie política, o en la que han sido capaces de montar entre CC, PSOE, PIL y PP todos de acuerdo en rendir homenaje a un vecino ilustre, al que han acabado humillando. No se les puede pedir que se pongan todos a una a defender un lugar necesitado de defensores. Su concepción de la política  pasa única y exclusivamente por ganar las próximas elecciones.  Al precio que sea. Y el precio suele ser la isla en sí. A plazos.
Así las cosas es más que probable que les haya pasado desapercibido un nuevo peligro que se nos avecina: las limitaciones de la ‘nueva’ torre de control del aeropuerto de Guacimeta. El sindicato del gremio ya lo ha advertido: la privatización de los controles aéreos ocasionará una restricción en el tráfico. Porque dice este sindicato que los profesionales de la empresa que se hará cargo de la torre del aeropuerto conejero se verán obligados a espaciar los movimientos de despegue y aterrizaje, al menos durante los próximos dos o tres años. Lo dicho: avanzamos hacia atrás.

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