No sé si se han enterado. Se lo cuento. El pleno del Cabildo
de Gran Canaria, gobernado por el PP con mayoría absoluta, decidió este jueves
aprobar la compra de una bandera de 21x14 metros. Efectivamente: 294 metros cuadrados
de bandera. Casi diez veces más que un piso-solución-habitacional de la Ministra de Vivienda. La
bandera es de Gran Canaria. Mitad amarilla, mitad azul y con el escudo
institucional en medio. Irá colocada en lo alto de un mástil de 50 metros en la Fuente Luminosa de Las Palmas
de Gran Canaria. Está hecha para que la vean en Santa Cruz de Tenerife, creo.
La idea de
semejante demostración de ultracanarioneidad
no es de ningún gofiobatasunero miembro de algún minúsculo partido
insula-independentista. Que parecería lo propio. Es de José Manuel Soria. Sí,
el presidente del PP de Canarias, presidente del Cabildo de Gran Canaria, amigo
de Larry y clavadito a Aznar pero en alto. De ese mismo es. Si acaso se han
perdido: no es una bandera española, es de Gran Canaria, repito. El caso es que
el momento bandera de Soria le va a costar a los grancanarios unos 360.000
euros. Por si se creen que me he confundido lo pongo en rubias: 60 millones.
Imploro a
todos los dioses que conozco, a los que están en excedencia, a las ninfas de
los bosques, a los espíritus empadronados y hasta al sastre de María Isabel
Déniz para que a ninguno de los aquí pensantes se le ocurra semejante
babiecada. Lo digo desde ya, que me conozco al personal. ¿Ustedes se imaginan?
Yo ya lo veo. Bandera XXL para Lanzarote, que como diría Inés Rojas ya somos
una nación. Aquí la haríamos más grande que la de Soria. El doble o por ahí.
Pedazo enseña para que se enteren que somos el Eje Oriental. Una bandera capaz
de hacer la sombra que no hacen los árboles que no tenemos y, de paso, tapar la Mesa Insular de la Sanidad para que no se
llene de polvo.
La
colocaríamos en algún lugar del litoral, que suele ser lo primero que se nos
ocurre. Por la mañana, a las seis, la podríamos izar alguno de los cinco o seis
periodistas que tenemos informativos a primera hora. A media mañana bajaría
algún asesor del grupo de Gobierno, que esté desocupado en ese momento, para
rendirle honores insulares. A las tres (las dos en carnavales, semana santa,
semana blanca, pre-verano, verano y post-verano y navidad y fin de año) el que
cierra el Cabildo se aseguraría de que ahí sigue. Por la tarde alguien de la
oposición que sepa del tema tocaría el timple mientras alguna concejala le
cantaría rancheras. Y por la noche, antes de ir al Rincón del Majo, un
consejero al azar sería el encargado de arriarla a los sones de “a mi me gusta
el pim piririm pim pim de la bota empinar”.
Nos queda
por decidir los colores de la bandera. Como Trillo en Madrid y Paco Vázquez en
A Coruña ya la pusieron rojigualda y ahora Soria en Las Palmas la ha plantado gualdiblue, sugiero que aquí la pongamos
con el azul y el rojo propios de la isla, claro, pero sólo por una cara. La
otra la dejaríamos libre para ir colgando, cada dos meses o por ahí, la foto de
quien nos presida en el Cabildo en ese momento. Con siete estrellas verdes, eso
sí.