He aquí una relación íntima. Y de las duraderas. A veces pareja convencional, otras un trío
absolutamente aceptado y consentido. Allá donde hay un político, no lejos andan
un cámara de televisión o un fotógrafo de prensa. O ambos a la vez. Es así y
así ha sido siempre. Ocurre que en ocasiones los profesionales del objetivo
están en otras cosas y es entonces cuando el político los llama porque los
necesita y allí acuden raudos y veloces los sufridos gráficos para saciar el
ego del edil y, de paso, no poner en riesgo la casi siempre insuficiente nómina
de fin de mes. Uno los quiere, los usa. Los otros los necesitan, los soportan.
He visto
miles de veces fotos de políticos cortando cintas de inauguraciones, dando
besos en la mejilla de niños, estrechando manos de otros políticos, abrazando
ancianos desconocidos, fotos de alcaldes maquillados haciendo ver que escriben
con buena pluma sobre un papel. He contemplado cientos de imágenes de
concejales a pie de obra viendo cómo va el asfaltado de la calle principal, de
consejeros conociendo “in situ” la realidad de tal o cual cosa, del presidente
montando en helicóptero para viajar a no se dónde. Fotos, imágenes.
He sido
testigo de cómo, cámara en ristre, hombres y mujeres pasan horas apostados
frente a una puerta esperando que salga el Rey o el yerno del Rey. Con sol, con
lluvia, con frío. Con hambre. Salen y se paran y sonríen. Poco después unos
lucen en los papeles o en el telediario, los otros bañan sus pies en agua caliente
con sal…si es que han llegado ya a casa. Y hasta una vez tuve que socorrer a
uno de ellos tras un grave accidente de tráfico mientras acudía a un congreso
donde esperaban decenas de políticos sonrientes.
Seguramente,
una de esas personas que los ha querido y los ha necesitado. Que los ha llamado
y que ha posado sonriente esperando verse reflejada posteriormente en la
pantalla o el periódico, que los ha tenido esperando en la puerta de su
despacho aguardando a que terminara una intrascendente reunión o que los ha
mandado al quinto pino para sacar esa gran cosa hecha por su departamento haya
sido la concejala de Obras Públicas de Telde. Antonia Torres. En prisión
preventiva por supuesta corrupta cuando escribo estas líneas.
Es por ello
que sentí náuseas al ver a la concejala mirar amenazante al fotógrafo de La Provincia que la
sorprendió en la madrugada teldense cuando salía del registro de su despacho
acompañada por una funcionaria policial. La mirada de la concejala sospechosa
de corrupción y un improperio que salió de la misma boca con que pide el voto,
reflejan la otra cara de esta relación. Se creen con derecho a salir sólo
cuando sonríen. Náuseas.
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