El Parlamento de Canarias no es
de nadie en concreto. En cualquier caso pertenece a todos los canarios lo que,
al margen de sonar bonito, es tan cierto como el sueldo y las dietas de sus
señorías los de dentro. Es verdad que cada grupo político representado en la
Cámara tiene su parcelita donde crecen por igual gardenias, petunias y
asesores, pero el ente en sí, el Parlamento, es de todos. Pero más de los
palmeros que del resto.
Viene esto a cuento porque el
presidente del Parlamento, el palmero Antonio Castro Cordobez, del que nadie
recuerda qué fue de su vida antes de dedicarse a la política, ha llenado de
convecinos puestos inventados que gravitan alrededor del teórico imparcial
despacho presidencial. En total cuatro enchufados
palmeros y dos empresas igualmente palmeras. Para qué disimular, habrá pensado
el buen hombre.
Pese a que el Parlamento, como
sede políticamente aséptica, tiene de todo, Castro Cordobez ha decidido esta
legislatura duplicar el puesto de Secretaria Particular con una concejal no
electa en un ayuntamiento de La Palma; crear el de Secretario Particular del
Gabinete de Presidencia con otro concejal no electo en otro ayuntamiento de la
isla bonita; inventarse también el de Jefe de Seguimiento Parlamentario y
Asuntos Institucionales y multiplicar por dos el ya existente de Actividades
Institucionales. Naturalmente los dos asesores son también palmeros.
A todo esto debemos sumarle la
contratación externa de asesoramiento especializado, mediante negociado sin
publicidad, de un par de empresas igualmente de La Palma.
Naturalmente nuestros
parlamentarios, históricamente inútiles en la inmensa mayoría de los casos, no
tienen nada que decir. Ver, oir y callar. Y viva La Palma.
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