miércoles, 20 de marzo de 2013

Todo un despropósito


Permita el señor presidente del Cabildo de Lanzarote que desoiga sus instrucciones y no contribuya a que se apague lo que él llama ‘presión mediática’, sobrevenida como consecuencia del escándalo del frustrado reconocimiento del ceramista Juan Brito como Hijo Predilecto de la isla. Y deje que le explique, con todos los respetos, dos cosas: la primera que es preciso que no olvidemos tan rápido el bochornoso espectáculo que entre unos y otros dieron el día de autos; la segunda que a mí, particularmente, nadie me dice cuándo debo hablar y en qué momento callar. Llámeme rebelde, si lo desea.
Creo que hace bien Juan Brito en no aceptar el nombramiento de Hijo Predilecto mientras pululen por los despachos de la Casa Cabildo los de ahora. Un hombre de bien, un vecino de pro, no debe dejarse homenajear por tipos, y tipas, a los que sus conciudadanos les importan un bledo. Que vayan ustedes a saber quién se sacó de la manga lo del pobre bledo. Si ellos anteponen su orgullo de políticos al respeto debido a las personas nosotros, el resto de ciudadanos, tenemos que hacer crecer nuestra dignidad por encima de sus yermas cabezas.
Es verdad que en este nuevo episodio de la ignominia política insular unos tienen la culpa más que otros. Pero no se libra nadie, que es lo peor. El grupo de Gobierno peca por desconocer cómo han de hacerse estas cosas y, una vez enterados,  enrocarse en el error demostrando una nula cintura política. Más vale con mal asno contender, que la leña a cuestas traer, dice el refranero.
Pero nada comparado con el mezquino comportamiento de PIL y PP, por mucho que uno de cada, Bermúdez por los reincidentes faltones (ya se lo hicieron en su día a Manrique) y Vázquez por los conservadores, fueran a visitar a Juan Brito llenándole la cabeza de politiqueo del malo. Y todavía dicen que el artesano entendió su postura.  Brito, señores, se comportó como un caballero con los zotes de sus señorías. Y si no les dio con la Princesa Ico en la totorota es porque le tiene más respeto al barro que a algunos seres humanos.
Bien pudieron honrarlo como dicen que merece y, al día siguiente empezar con las quejas, lamentos y denuncias. Claro que la repercusión mediática del momentazo hubiese sido menor. 

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