El presidente del Cabildo, Pedro Sanginés, ha sorprendido
haciendo un llamamiento a la tranquilidad en el caso del frustrado
reconocimiento al ceramista Juan Brito. Pide a sus compañeros de corporación,
gobierno y oposición, a los responsables de partidos políticos y, ya puestos, a
los medios de comunicación, que rebajemos el tono de tal manera que cese el
molesto ruido que el caso ha generado.
Y sorprende que lo haga pocas horas después de que él mismo
continuara enrareciendo el ambiente en declaraciones efectuadas aquí mismo, en
la Cadena SER. Dejando de lado aquella frase pronunciada en la rueda de prensa
posterior al bochorno y dirigida a la oposición, lo de “no les perdonaré en la
vida lo que han hecho”, que salida de la boca de un presidente de todos los
lanzaroteños ya tiene ‘su aquello’, obviando eso, digo, vuelve a hacer gala San
Ginés de uno de sus mayores defectos: creer que el mundo baila al son de la
música que él toca.
Y debe saber, una vez más, que no es así. Que la gente no se
enfada o da saltos de felicidad porque él lo diga, que la memoria ciudadana no
se resetea cuando él lo decide y, en definitiva, que las cosas son como son y
tienen su propio ritmo.
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