¡Pero qué lindos son! ¡Qué entrañables! ¡Cuán
extraordinarios estos nuestros políticos, unos y otros, del otrora
Excelentísimo Cabildo Insular de Lanzarote!
Media isla pasando apreturas y calamidades y ellos jugando a la
política. Ong’s, asociaciones y clubes deportivos sin un puñetero euro (que se
les debe, no que pidan de más) y sus ilustrísimas vacilándose al pueblo. Al
mismo pueblo, por cierto, del que
formaron parte en su día y al que, tarde o temprano, tendrán que regresar.
Termina julio y los presupuestos sin aprobar. Se les reclama
un pleno extraordinario para desbloquear partidas con las que atender a los que
verdaderamente lo están pasando mal (al contrario de todos ellos, que lo pasan
de puta madre jugando a ser ministros), se convoca de mala gana y con toda la
mala leche un sábado a la hora de la resaca y alguno no aparece porque no se le
ha encontrado o no le da la gana.
Tanto me da una cosa como la otra. La verdad es que ni me
importa si es que no se le convocó o se le avisó y pasó de ir. Tendría su
importancia, por supuesto, pero sólo en el caso de que estuviéamos hablando de
políticos serios, no de cachanchanes. Con perdón por si ofendo a algún
arretranco. Es desesperante ver cómo está la isla….y acto seguido echar un
vistazo al sitio donde deben generarse ideas y proyectos y ver quiénes están
allí y qué es lo que hacen.
Tirarse los trastos a la cabeza mediante comunicados
absurdos (a cual más) y alegar en la radio o en la tele todo el santo día lo
hacen a la perfección. Sentarse a resolver problemas ya es otra cosa. Un día es
Juana y al siguiente su hermana. Son algo peor que patéticos, ciertamente. Eso
sí, al cabo del mes, pasta gansa al bolsillo. Pero gansa, gansa. El sueldo que
ganan ya sería obsceno en una situación normal. En tiempo de crisis y con su
nula aportación a la isla, ya ni les cuento.
El showman Javier Sardà, en puertas de un contrato millonario por seguir haciendo lo
que se bautizó como “telebasura”, lo dijo bien claro: “quizá pierda el respeto
de la profesión, pero me ganaré el del director de mi sucursal bancaria”.
Estos, los del antaño prestigioso Cabildo, igual: han perdido el respeto del
pueblo, pero seguramente se han ganado el del director de su sucursal bancaria.
Arcadas.
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