sábado, 25 de julio de 2009

¡Qué lindos!


¡Pero qué lindos son! ¡Qué entrañables! ¡Cuán extraordinarios estos nuestros políticos, unos y otros, del otrora Excelentísimo Cabildo Insular de Lanzarote!  Media isla pasando apreturas y calamidades y ellos jugando a la política. Ong’s, asociaciones y clubes deportivos sin un puñetero euro (que se les debe, no que pidan de más) y sus ilustrísimas vacilándose al pueblo. Al mismo pueblo, por cierto,  del que formaron parte en su día y al que, tarde o temprano, tendrán que regresar.

Termina julio y los presupuestos sin aprobar. Se les reclama un pleno extraordinario para desbloquear partidas con las que atender a los que verdaderamente lo están pasando mal (al contrario de todos ellos, que lo pasan de puta madre jugando a ser ministros), se convoca de mala gana y con toda la mala leche un sábado a la hora de la resaca y alguno no aparece porque no se le ha encontrado o no le da la gana.

Tanto me da una cosa como la otra. La verdad es que ni me importa si es que no se le convocó o se le avisó y pasó de ir. Tendría su importancia, por supuesto, pero sólo en el caso de que estuviéamos hablando de políticos serios, no de cachanchanes. Con perdón por si ofendo a algún arretranco. Es desesperante ver cómo está la isla….y acto seguido echar un vistazo al sitio donde deben generarse ideas y proyectos y ver quiénes están allí y qué es lo que hacen.

Tirarse los trastos a la cabeza mediante comunicados absurdos (a cual más) y alegar en la radio o en la tele todo el santo día lo hacen a la perfección. Sentarse a resolver problemas ya es otra cosa. Un día es Juana y al siguiente su hermana. Son algo peor que patéticos, ciertamente. Eso sí, al cabo del mes, pasta gansa al bolsillo. Pero gansa, gansa. El sueldo que ganan ya sería obsceno en una situación normal. En tiempo de crisis y con su nula aportación a la isla, ya ni les cuento.

El showman Javier Sardà, en puertas de un  contrato millonario por seguir haciendo lo que se bautizó como “telebasura”, lo dijo bien claro: “quizá pierda el respeto de la profesión, pero me ganaré el del director de mi sucursal bancaria”. Estos, los del antaño prestigioso Cabildo, igual: han perdido el respeto del pueblo, pero seguramente se han ganado el del director de su sucursal bancaria. Arcadas.

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