domingo, 16 de agosto de 2009


Algo se mueve en Lanzarote. La llamada “sociedad civil”, es decir, aquellos ciudadanos no militantes en los más que desacreditados partidos políticos que forman el mapa insular, está en incipiente ebullición. Todavía no sé muy bien cómo acabará la cosa, pero se palpa que hay movimientos de tierra, quizá todavía leves, que quieren terminar en terremoto. Y me da que esta vez no estamos hablando de ningún frikivecinal ni de abueloscebolleta metidos a tertuliano.

Hay jóvenes que se han estado reuniendo. Gentes que empiezan a currarse la revolución desde la base. Pibes hartos de tanta corrupción. Personas que creen que se puede hacer política de un modo limpio. Desde el gobierno y desde la oposición también. Mentes saneadas que consideran que hacer gestión pública es trabajar. Y que para ello no es preciso cobrar los obscenos sueldos que cobran casi todos. En las redes sociales (Facebook es un ejemplo) habitan ya movimientos llamados a generar conciencia. No es preciso abundar en lo mal que están las cosas, cuanto en que es posible un cambio.

El político en Lanzarote es tan inmensamente corrupto que no concibe otra forma de estar en el machito que pretendiendo controlarlo todo. Desde las asociaciones vecinales a las AMPAS pasando por las murgas y, naturalmente, los medios de comunicación. Ya les he hablado aquí mismo de un tal Pérez y su creencia de que un medio no exclusivamente dependiente de las instituciones “es un peligro”. Si se puede evitar una crítica a base de publicidad institucional (o sea pagando el ayuntamiento o el Cabildo) se rellena el cheque y tan amigos. Que el medio se pone muy pesado y algo durillo, se cierra el grifo y asunto concluido.

Por eso celebro que haya savia nueva que quiera acabar con tanta porquería como hay en las poltronas oficiales. En Lanzarote llevamos muchos años y miles de millones perdidos. Quizá sea el momento de que los que nos gobiernan y los que nos pretendan gobernar en el futuro sientan el incansable aliento ciudadano en su nuca. Y eso sólo es posible con una sociedad civil sanota y organizada. No vendría mal, de paso, que también sintieran en su nuca el aliento de la crítica mediática. Pero para ello es preciso que los empresarios isleños apuesten, de verdad, por los medios de comunicación.

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