Comentaba el otro día el Senador
por la isla de Lanzarote (¿o deberíamos decir por el PP?) Óscar Luzardo, que no
se había reunido con ninguna autoridad política insular ahora que en Madrid se discuten
los presupuestos de 2014 y ya que pronto llegarán para ser estudiados en la
Cámara Alta. Y en su respuesta se adivinaba un “ni falta que me hace” por
cuanto decía controlar el estado de necesidades de la isla. Y no lo pongo en
duda. Por ahí podríamos ser senadores el 90% de la población insular.
Verán: uno que ya peina canas en
esto de la información política ha sido testigo de los tiempos en los que los
senadores no sólo se reunían con alcaldes, presidentes, parlamentarios y hasta
con delegados de las federaciones deportivas y conserjes de colegio (con todos
mis respetos, la segunda figura más respetada por los chinijos en los centros),
sino que incluso tenían sede propia en la isla (pagada por ellos, por su
partido o por amigos del partido).
Tiempos de Dimas Martín y de Juan
Ramírez y hasta de Cándido Armas que no es que añore, pero que me han hecho
recordar que este senador de ahora, a su lado, parece invisible. Yo, qué quieren
que les diga, es más que probable, tirando a seguro, que todo aquello no fuera
más que humo y millones derrochados. Que las camisetas, pitos, gorras,
pegatinas, azafatas y garbanzas sólo fueran los recortes del timo de la
estampita.
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