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Hoy es el Día Mundial de la
Alimentación. Todos los días son el día de algo, pero el de hoy ha de ser
mirado con otra perspectiva distinta a como lo observábamos antes de que la
crisis golpeara con virulencia y se quedara a vivir con nosotros en el salón.
Lo recuerda en una reflexión personal la Secretaria General del Partido
Socialista en la isla, y alcaldesa de San Bartolomé, Loli Corujo Berriel.
Digamos de paso que es la única de entre la clase política local que ha caído
en la cuenta.
Y este día ha de ser mirado con
nueva atención por cuanto el hambre ya no está en lugares tan remotos y a los
que nunca se nos ocurriría ir de vacaciones. De entrada la mayoría de nosotros
ya no puede ni ir de vacaciones. El hambre ha tocado a la puerta del vecino. Y
sabe dónde vivimos.
Como el visitante molesto al que
no esperábamos, hay instituciones que han echado mano del manual más básico de
la política y han optado por perseguir al que rebusca en la basura. Y no
vayamos muy lejos: el ayuntamiento de Arrecife tuvo la tentación, en buena hora
retirada, de multar con hasta tres mil euros a quien hurgara entre los
contenedores en busca de un pescado apestoso y un yogur caducado. Nos molesta
la miseria. Da mala imagen.
Por ello es bueno subrayar otras
iniciativas que contribuyen de verdad a atender al necesitado. La solidaridad
ciudadana la primera y más importante. Las oenegés que, como Cáritas o Calor y
Café llevan alivio a familias enteras, también ha de situarse en lo más alto.
Pero junto a ellas, y desde la casi siempre tan denostada política, en Canarias
hemos hallado signos de buenas prácticas.
Durante este verano, revestido de
clases de apoyo al inglés por si nos daba la tentación de llamarlo de otro
modo, los comedores escolares han estado abiertos y, en este curso, se ha
instaurado la medida de los desayunos escolares. Porque es una realidad que
aquí mismo, en la Europa del primer mundo, ha llegado la desnutrición.
Por eso hoy, Día Mundial de la
Alimentación, junto a la imagen de ese niño negrito, desnudito, de ojos
saltones, mirada perdida y cara llena de moscas, ya podemos poner a ese otro
niño rubito, vestido con ropa que fue de su hermano mayor y que llega a la
escuela si haber tomado ni un mísero vaso de leche.
Ha hecho muy bien Loli Corujo en
refrescarnos la memoria.
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