La historia moderna del agua en
Lanzarote tiene tres fechas clave: mediados de los sesenta, cuando llega la
primera desaladora; finales de los ochenta, cuando se crea Inalsa y el 1 de
junio de 2013 cuando se privatiza la desalación, producción, suministro y venta
del agua a una empresa privada. En total
algo más de medio siglo de una isla. Nada, en realidad, en el contexto
histórico de un lugar. Y eso, nada, es lo que los políticos de Lanzarote han
tardado en arruinar los logros y en faltar al respeto a la memoria de tantos y
tantos hombres y mujeres que arañaban la tierra en busca de una gota. Cuentan
los mayores que el agua de un sancocho servía para varias familias y que la borsolana del aseo personal pasaba de
mano en mano hasta que apenas quedaba un pizco de agua sucia en su interior.
Los que han arruinado Inalsa han escupido sobre esas fatigas.
Es indudable que hoy somos
infinitamente más pobres que ayer. Al menos desde un punto de vista moral.
Hemos cambiado el honor (y el agua) por mercedes, moechandón, putas y cocaína.
Y ahora pretenden que nadie pague por ello. Que hagamos como si aquí no hubiese
pasado nada. Que un agujero económico de más de 50 millones de euros no tenga
más responsable que las pérdidas en red o la sobada mala gestión. Que dicho sea
de paso, una gestión negligente del dinero público también es punible.
Es obsceno emplear todos los
esfuerzos diarios, los recursos públicos y las influencias del cargo en
pisotear técnicos y tratar de justificar lo injustificable buscando informes
que te limpien la conciencia y te deje en paz con los de tu clase. A la gente
de Lanzarote, a esos mayores que quedan y vivieron aquellos tiempos y a los
herederos que cierran el grifo cuando se enjabonan o se lavan los dientes y
llenan aljibes por si acaso, no se les puede ofender diciéndoles que aquí no ha
pasado nada y que, además, deben (debemos) aportar entre todos el dinero
desaparecido. Robado, dejémonos de eufemismos.
Pero así son estos. Prefieren que
seamos ustedes, y yo, quienes paguemos sus excesos. Quizá la Justicia nos pueda devolver un poco
de esperanza. Duele ver en qué ha parado la lucha por el agua en esta isla
sin que nadie esté pudriéndose en la cárcel.
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