En unos momentos donde las inversiones escasean y cualquier
iniciativa privada debiera ser recibida con honores, el Cabildo de Lanzarote se
permite el lujo de rechazar, de entrada, a un grupo de inversores lanzaroteños
dispuestos a recuperar la zona conocida como el Marina Colón, en El Cable.
Eso de entrada, porque de salida, el presidente Pedro
Sanginés, que olvida muy a menudo la condición diplomática, al menos, que se le
supone al cargo, ha vuelto a sacar, por enésima vez, su cara más marrullera y
les ha llamado demagogos porque los empresarios han sugerido que el Cabildo
podría ahorrarse la inversión que también pretende en el lugar y dedicar ese
dinero a Asuntos Sociales, por ejemplo.
El caso es que una misma cosa, el Marina Colón, tiene dos
pretendientes: el Cabildo y unos inversores privados. Sanginés, con vínculos
evidentes con el mundo de la Vela Latina, dice haber pactado con Puertos de
Canarias la concesión del lugar para que siga siendo el supuesto centro insular
de deportes náuticos. Pero los empresarios, con un proyecto mucho más
ambicioso, confirman que estarán vigilantes para que se dé igualdad de
oportunidades a las partes que pretender su explotación. Vamos, que donde la
diplomacia y la buena educación no llega, que al menos alcance el criterio de
la Ley
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