Recortar en sanidad, igual que
hacerlo en educación, es cerrar un poco más la llave de paso que regula la
calidad de vida del ser humano. Quitar el médico de familia y obligar a los
ciudadanos a perderse en la jungla de los grandes ambulatorios, es como desnudar
públicamente al vecino y hasta violentar su intimidad. A nadie gusta contar
según qué cosas a veinte personas distintas, que es lo que ocurre cuando te
cambian el médico cada dos por tres.
Tres cuartos de lo mismo ocurre
con la educación. Que un alumno dos, tres o hasta más tutores a lo largo de un
mismo curso, de entrada recibe un mensaje equivocado de lo que debe ser el
mercado laboral, y naturalmente sufre en sus propias notas el para y arranca de
cada cambio.
El Gobierno de Canarias, por
tanto, debiera ser más que exquisito a la hora de plantearse las políticas
sanitarias y educativas. Nunca debieran ser utilizadas como víctimas frente a
políticas supra autonómicas. La doble
administración canaria tiene otros muchos lugares de donde recortar. Que elijan
entre Gran Canaria o Tenerife.
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