No estoy demasiado seguro de que sepamos cuidar como merece
al turismo de cruceros. Un tipo de turista altamente recomendable y que, en sí
mismo, constituye una de las mayores promociones que se puede hacer de
Lanzarote. Imagínese por un momento que tras una noche de navegación amanece
usted en un lugar como Lanzarote. Y que ha contratado una excursión en guagua
para las pocas horas en las que va a permanecer en tierra.
Salvo que sea usted insensible a la estética, o que tuviera
un mal día de esos en los que no estamos para nada, difícilmente podría olvidar
el impacto que le supondría visitar en una misma jornada los Hervideros, El
Golfo, Timanfaya, Los Jameos, La Cueva de Los Verdes y el Mirador del Río, por
ejemplo.
De regreso al barco, aún en estado de shock por lo
impresionante de lo visto, no sólo estaría reservando quince días de vacaciones
en el lugar recién descubierto, sino que tardaría diez minutos en descolgar el
teléfono para compartirlo con familiares y amigos. De ahí que sea preciso
redoblar esfuerzos en hacer cómoda la escala de los cruceros. Empezando por las
infraestructuras portuarias.
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