La víctima del sábado fue Juan
Brito, pero bien pudiera haber sido cualquiera de nosotros, incluso de ellos
mismos, los políticos, si alguno hiciera algún día méritos suficientes para ser
distinguido con alta consideración. Así que conviene que reflexionemos más allá
de si me avisaron, si no lo sabía o si el sábado me viene mal porque hay un
Centenario.
Y lo que correspondería ahora,
tras los lamentos, acusaciones y disculpas, es un compromiso público, por parte
de los dirigentes de todos los partidos políticos representados en las
instituciones, que nunca más volverá a suceder que sus pleitos y desencuentros
los acaben pagando cualquier otro hijo de vecino.
Conviene que los ciudadanos
recibamos ese mensaje. Que los veamos sentados en torno a una misma mesa
compareciendo públicamente y diciéndonos que se han equivocado y que no volverá
a ocurrir. De lo contrario seguiremos expuestos, todos, a que cualquier tarde
de estas vuelvan a tratar de resolver sus diferencias clavándose cuchillos
sobre nuestra dignidad como ciudadanos.
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