miércoles, 20 de febrero de 2013

Lo que se mira y no se ve


En el ayuntamiento de Arrecife posterior al Caso Unión y la Operación Jable, han mirado a Urbaser sin verlo. Algo así como el que contempla un punto fijo hasta llorarle los ojos de no parpadear, mientras va pensando en sus cosas y el mundo sigue girando ajeno a sus pensamientos. En este caso lo que ha seguido rodando es la máquina de facturar cien millones de las desaparecidas pesetas todos los meses, mientras en el Gobierno Municipal miraban al punto fijo del vencimiento del contrato, sin que se les ocurriera que algo podían hacer mientras tanto.
Con Cándido Reguera al frente del ayuntamiento de Arrecife no fueron pocas las veces que se le interpeló sobre la posibilidad de denunciar el contrato que unía a las partes, visto lo visto en la libreta de Jacinto Álvarez, el ex gerente de Urbaser, y lo que trascendía de los sumarios judiciales que investigan los supuestos casos de corrupción.  Reguera acudía una y otra vez al final del contrato y al ya veremos. Es como el que ve el cenicero lleno de pestilentes colillas y prefiere esperar a que a final de semana llegue la señora de la limpieza en lugar de botarlas a la basura.
Ya con Manuel Fajardo Feo rigiendo los destinos de las arcas municipales y tras mucho seguir mirando al punto fijo, se ha actuado tímidamente sancionando a Urbaser por incumplimiento de contrato en un episodio que recuerda mucho a cómo finalizaron las correrías delictivas y sangrientas de aquel gánster al que finalmente empapelaron por un mero delito fiscal.
Ha dolido mucho al ciudadano todo lo que se ha ido conociendo de la relación entre los dirigentes municipales, políticos y técnicos, y la empresa Urbaser. Esa orgía de relojes, bolsos, viajes y sobres con dinero que se pasea ante nuestras narices ha sido una interminable ofensa a la que, si nos descuidamos, no se hace frente desde Arrecife dejando en manos de la Justicia toda la responsabilidad de depurar culpas.
Esta última es otra excusa a la que suelen aferrarse aquellos que por un mal entendido corporativismo y un peor aplicado sentido de la vecindad y la cercanía, se han negado sistemáticamente a depurar responsabilidades entre los políticos o los técnicos.

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