El escritor Manuel Vicent, en su
columna dominical del periódico El País,
hizo un repaso esta semana a los grandes monumentos que la corrupción ha ido
dejando al paso de los distintos pueblos.
Desde las Pirámides del antiguo Egipto a La Piedad de Miguel Ángel,
encargada por un papa Borgia, nada menos. Por el camino, el Partenón, en Grecia
o el Coliseo, en Roma. Es lo que tiene la corrupción ilustrada. En el Lanzarote de estos tiempos nos hemos
quedado a medias: con corrupción, pero sin ilustración. Así que las grandes
obras casi siempre han resultado ser eso: grandes.
Si guarda usted los ejemplares de
este diario es factible que en algunas semanas tenga en su biblioteca una
completa enciclopedia sobre la corrupción iletrada. Y si decide echar mano de
lo escrito en el pasado es probable que tenga que juntar varias publicaciones
para dar con la verdad de lo acontecido. La corrupción en Lanzarote, desde los
ochenta a hoy, se ha escrito en cada episodio cómo y según dónde.
Decíamos que a los corruptos
parece gustarles hacer las cosas a lo grande, siguiendo la teoría de Vicent. Es
como si el sobornado, o sobornador minimalista tuviera menos categoría o cierto
miedo a que se rían de él: ‘Mira, por ahí va el alcalde que sólo cobró una
comisión por dejar hacer un chalé de 90 metros’. ¡Cómo ir con semejante
currículum a los pasillos del Parlamento! Grande, pues, la obra de la
corrupción; grande su comisión e igual de grande, lamentablemente, el rédito
electoral que le han ido sacando al tema.
Aunque
no crean: como en las antiguas civilizaciones aquí también se apela a la
estética para tratar de hacernos ver que lo ilegal, si bello, dos veces legal. Si
en Egipto hicieron pirámides, aquí hoteles; si en Roma un Panteón y un Coliseo,
nosotros tenemos puerto deportivo y bodega tan estéticos como sospechosos; si
en Atenas el Partenón, en Teguise el Complejo y si un Borgia contrató a Miguel
Angel la bellísima Pietà, aquí se hacen Planes Generales por encargo. Faltaría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario