Llevo muchos años lidiando con políticos. Tantos que, como
le sucede a la mayoría de los ciudadanos, he acabado por banalizar esa
profesión, que no vocación. Tantos que he acabado por perder la fe en la
inmensa mayoría de ellos. No puede ser de otra manera cuando te tropiezas con
tipos que un día abandonan la escuela donde ejercen, descubren el bon vivant
del sueldazo y las prebendas sin dar golpe (o lo que el resto de los mortales
conocemos como “golpe”) y más nunca regresan a las aulas. Nos quieren hacer
creer que la vocación les dura veinte años.
Pero este miércoles he recobrado un poquito la fe. Este
miércoles ha sido un día muy intenso. No les puedo contar mucho, de momento,
pero he sido testigo de la angustia de unas gentes sacrificadas y expuestas a
riesgos por mor de unas políticas absolutamente irresponsables. Y al tiempo he
notado la ansiedad del cargo público competente en resolver el problema y una
respuesta veloz (veremos en un futuro inmediato si también efectiva).
Les cuento: en un concreto servicio tutelado por el Cabildo
de Lanzarote están ocurriendo cosas muy graves. Vienen sucediendo desde hace ya
mucho tiempo. En los últimos días, incluso, se ha rozado la tragedia. No digo
más. Hasta ahora la respuesta de la Administración insular había sido nula. O
se lanzaban evasivas y se pasaba la pelota a la subcontrata o se aplicaba un
exceso de mal entendida diplomacia que evitaba llegar hasta el Consejero
responsable. Y el escándalo ha estado a punto de desatarse de una manera más
que estruendosa.
Quien tiene la llave para resolver la problemática es Marci
Acuña, que este miércoles se encontraba en Tenerife. A las cinco de la tarde
conoce la situación límite, narrada por vía telefónica por quien esto firma. Inmediatamente
adopta una solución de choque mientras se estudia la manera de resolver la
cuestión de fondo. Sin embargo esto no calma los ánimos de quienes están
dispuestos a todo con tal de que alguien les escuche. Llevan muchos meses de
zozobra y topándose con el infranqueable muro del Cabildo.
Marci Acuña, a quien se le nota cierta tensión en su voz por
una situaciónmuy delicada, atiende al móvil a una de las personas que pide
ayuda. Y promete atenderle con prontitud. ¿Un día? ¿Una semana? ¿Qué pida cita a
su secretaria?....Nada más lejos de la realidad. Ese miércoles, Marci Acuña
vuela a última hora de la tarde de Tenerife a Gran Canaria y a las diez de la
noche coge un vuelo hacia Lanzarote. Cita a las personas que quieren verlo a
las diez y media de la noche en la terminal de llegadas de la T2. Esa gente ha
conseguido en una sola tarde mucho más de lo logrado en varios meses de
reclamaciones al Cabildo. Quizá tenga razón aquel que dice que no todos los
políticos son iguales. Esperemos un tiempito.
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