Los
responsables del Gobierno de Canarias andan llorando por las descascarilladas
esquinas de esta Comunidad por el dinero que no tienen. Son como cualquier
familia que ve acercarse el fin de mes con muchos agujeros que tapar y los
euros que no les alcanzan, pero a lo bestia. Gobiernan un lugar con la tasa de
paro más alta de toda España, con ciudadanos insuficientemente preparados desde
un punto de vista formativo y con deficientes infraestructuras en muchas de las
islas. En aquellas que dispongan de infraestructuras, claro. Excluyo a
Lanzarote donde ni las hay y apenas se las espera.
Antes se
seguir quizá convenga dejar claro que no soy experto en economía, ni macro ni
micro. Apenas manejo la propia, donde dicho sea de paso no hay demasiado que
manejar. Aún así me voy a atrever a darle un par de ideas a los atribulados
Rivero y Soria, presidente y vicepresidente de esta deprimida Región,
Nacionalidad o País (táchese lo que no proceda). Son cuestiones de sentido
común, aparentemente sencillas de ejecutar y que, seguro, nos ahorraría una
pasta interesante.
La primera de
ellas, ya la he expuesto alguna vez, sería eliminar esta absurda doble
administración que padece y soporta el Archipiélago. Esto de tener sede,
inmuebles, muebles y personal en Gran Canaria y lo mismo en Tenerife, o al
revés, para todas y cada una de las Consejerías de este Gobierno de Canarias
tan quejica en lo económico. Una sede en la isla que se elija, y punto. Desde
cualquier otro sitio que no sea una isla capitalina se contempla con estupor
los esfuerzos que se pierden por mantener el exquisito equilibrio interinsular
(intergrancanariatenerife, se entiende) y nos la reflanfinfla, con perdón, en
qué peñasco esté la Consejería de Papeleo o la Viceconsejería de Bloques del
20.
La segunda
idea tiene que ver con el despiporre presupuestario de la Consejería de
Educación que sigue y no para pagándole el sueldo a maestros y maestras,
profesores y profesoras, que no ejercen como tales sino que se dedican a ser
concejales de pueblo o de ciudad o consejeros de cabildos. Sugiero que el
docente que elija la comodidad del cargo político al coñazo de las aulas (así
tal parece pues el docente que da el salto a la política luego le cuesta Dios y
ayuda volver a la tiza) no reciba su sueldo con cargo a la Consejería de
Educación, sino que le pague la corporación en la que ejerza. Y el dinero de
Educación, a mejorar los colegios, los institutos y la calidad educativa que
recibe el alumno.
Con estas dos sencillas acciones,
el Gobierno de Canarias evitaría que millones de euros, cada año, se fueran por el sumidero. Porque eso es
tirar el dinero. Directamente ti-rar-lo. Y en un lugar con muchísimas familias
pasándolo verdaderamente mal, eso es una ordinariez, una aberración y, para los
creyentes, hasta pecado.
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