jueves, 25 de marzo de 2010

Dos ideas para el ahorro


Los responsables del Gobierno de Canarias andan llorando por las descascarilladas esquinas de esta Comunidad por el dinero que no tienen. Son como cualquier familia que ve acercarse el fin de mes con muchos agujeros que tapar y los euros que no les alcanzan, pero a lo bestia. Gobiernan un lugar con la tasa de paro más alta de toda España, con ciudadanos insuficientemente preparados desde un punto de vista formativo y con deficientes infraestructuras en muchas de las islas. En aquellas que dispongan de infraestructuras, claro. Excluyo a Lanzarote donde ni las hay y apenas se las espera.
Antes se seguir quizá convenga dejar claro que no soy experto en economía, ni macro ni micro. Apenas manejo la propia, donde dicho sea de paso no hay demasiado que manejar. Aún así me voy a atrever a darle un par de ideas a los atribulados Rivero y Soria, presidente y vicepresidente de esta deprimida Región, Nacionalidad o País (táchese lo que no proceda). Son cuestiones de sentido común, aparentemente sencillas de ejecutar y que, seguro, nos ahorraría una pasta interesante.
La primera de ellas, ya la he expuesto alguna vez, sería eliminar esta absurda doble administración que padece y soporta el Archipiélago. Esto de tener sede, inmuebles, muebles y personal en Gran Canaria y lo mismo en Tenerife, o al revés, para todas y cada una de las Consejerías de este Gobierno de Canarias tan quejica en lo económico. Una sede en la isla que se elija, y punto. Desde cualquier otro sitio que no sea una isla capitalina se contempla con estupor los esfuerzos que se pierden por mantener el exquisito equilibrio interinsular (intergrancanariatenerife, se entiende) y nos la reflanfinfla, con perdón, en qué peñasco esté la Consejería de Papeleo o la Viceconsejería de Bloques del 20.
La segunda idea tiene que ver con el despiporre presupuestario de la Consejería de Educación que sigue y no para pagándole el sueldo a maestros y maestras, profesores y profesoras, que no ejercen como tales sino que se dedican a ser concejales de pueblo o de ciudad o consejeros de cabildos. Sugiero que el docente que elija la comodidad del cargo político al coñazo de las aulas (así tal parece pues el docente que da el salto a la política luego le cuesta Dios y ayuda volver a la tiza) no reciba su sueldo con cargo a la Consejería de Educación, sino que le pague la corporación en la que ejerza. Y el dinero de Educación, a mejorar los colegios, los institutos y la calidad educativa que recibe el alumno.
Con estas dos sencillas acciones, el Gobierno de Canarias evitaría que millones de euros, cada año,  se fueran por el sumidero. Porque eso es tirar el dinero. Directamente ti-rar-lo. Y en un lugar con muchísimas familias pasándolo verdaderamente mal, eso es una ordinariez, una aberración y, para los creyentes, hasta pecado.

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