El presidente de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y
Navegación de la isla de Lanzarote, Eduardo Spínola, apura sus últimos días de
mandato pues hay elecciones en breve y hace tiempo ya que anunció que no se
presentaría a la reelección. En realidad no es una reelección tal y como la
conocemos en el mundo de la política, pero demos por válido este término
porque, para los no puestos, las elecciones en la Cámara son un poco lío.
A lo que iba. Spínola pone punto y final a cuatro años de
mandato que siguieron a otros tantos de incansable lucha para conseguir que
Lanzarote contara con su propia Cámara de Comercio. Y lo hace con dos
iniciativas que son la demostración de la independencia que el ente ha venido
demostrando en el cuatrienio. En una se pide la devolución del patrimonio
cameral de cuando Lanzarote estaba integrada en la Cámara de Las Palmas y que,
por tanto, creció en bienes con el dinero de los conejeros y en la otra le
insiste al Gobierno de Canarias acerca de la manera de terminar con la doble
insularidad.
A lo largo del mandato de la primera Cámara en la historia
de Lanzarote las muestras de independencia de los poderes político y económico
mostradas por Eduardo Spínola han sido más que evidentes. No le ha sido fácil pues
entre el casi medio centenar de empresarios que conforman el plenario de la
Cámara hay numerosas sensibilidades. Sin embargo la manera de trabajar de
Spínola ha logrado esa equidistancia de todos aún a pesar de erosionarse en
demasía frente a sus propios compañeros. No se ha plegado a ninguna presión, ni
para perder la independencia ni para que la corrupción se instalara también en
la Cámara, según reza en el sumario de la Operación Unión.
Y ahora que Spínola se va, el gran reto del que llegue será
no sólo mantener el nivel de trabajo y la solvencia económica de la Cámara que
se ha logrado en los primeros cuatro años, sino demostrar que se sigue siendo
independiente y límpio de sospechas. Y eso no será fácil. El todavía Presidente
ha sido mal visto por algunos de los que ahora ambicionan el poder justamente
por no plegarse a presiones políticas para no incomodar demasiado al gobierno
de turno.
En resumen, que planea sobre la Cámara de Comercio de
Lanzarote el peligro de que un par de pelotas de los partidos que gobiernan en
Canarias traten de hacerse con la presidencia. Ese sería el escenario soñado
por el paulinato: la docilidad de la organización que más ha ejercido de mosca
cojonera en esta legislatura. Los parlamentarios regionales por Lanzarote también
saludarían con interés que el borrego de guardia mandara en la cámara. Menos
presión.
La última palabra la tienen los empresarios. Ellos eligen.
Seguir con un par o diluirse como un azucarillo en el mar de la mediocridad
política en el que nos movemos desde hace años.
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