jueves, 4 de marzo de 2010

Cuento para mi hija

El secreto de la flor más bonita del mundo

Había una vez una niña que se llamaba Claudia y tenía 4 años. A Claudia le gustaba ayudar a su padre a recoger los tomates y a regar las plantas. Todos los días, cuando su padre preparaba la manguera, la niña salía corriendo de la casa para ayudarle. Algunas veces abría el grifo del agua, otras aguantaba la manguera y, casi siempre, se mojaba los pies descalzos.
            Un día mientras miraba cómo de deprisa se escondía un lagarto al notar la presencia humana, Claudia se fijó en una pequeña flor que apenas asomaba por encima de la arena. Se acercó a ella, se agachó y la tocó, apenas rozándola, con uno de sus deditos. Y entonces, la flor le habló:
                       
-“Hola Claudia”-le dijo la flor- “No te asustes de mí. Soy la flor  que has tocado y quiero decirte que, si me cuidas, te contaré mi secreto”
                        -“¿Y cual es tu secreto?” –le contestó la niña
                        -“Primero tienes que cuidarme” –dijo la flor
                        -“¿Y cómo hago para cuidarte” –le preguntó Claudia
                        -“Escúchame bien” –y la flor empezó a contarle qué hacer para cuidarla. “Yo necesito tener agua para alimentarme y, aunque hay nubes en el cielo que a veces me la dan, no siempre llueve, así que necesito que tú me des agua.”
                        -“Yo te regaré todos los días” –dijo Claudia.
                        -“ja,ja,ja…” se rió la flor- “Todos los días no hace falta porque el agua es escasa y hay que tener cuidado en no gastar mucha porque a lo mejor un día se acaba. Me basta con que me riegues un poquito cada semana. Pero además, necesito la fuerza del sol”
                        -“¿Y yo que puedo hacer para darte la fuerza del sol?” –le preguntó la niña.
           
Y entonces, habló el sol:
                        -“Yo salgo todos los días, Claudia. Y le doy fuerza a todo lo que está en la tierra. Así que, si no arrancas la flor, yo le daré mis rayos para que crezca bonita”
                       
-“Ya has oído al sol” –dijo la flor. “No tienes que cortarme, ni arrancarme, ni pisarme… ni nada de eso. De esta manera seré la flor más bonita del mundo y tú podrás saber mi secreto”.
                       
            Claudia se quedó un ratito mirando a la flor. En silencio y pensando. De pronto, dijo:
                       
-“Vale, flor. Ya sé. Todas las semanas te daré un poquito de agua y no te haré nada para que el sol te de fuerza y crezcas mucho”.
                        -“Así me gusta” –dijo la flor. “Pero hay algo más: me tienes que dar cariño. Me basta con que vengas todos los días a ver si he crecido un poquito y que te pongas contenta de verme crecer y crecer.”
            La niña le dijo que así lo haría. Además, pronto empezaría las vacaciones de verano y así tendría más tiempo de ir a ver a su flor.

           
Y así lo hizo. Pasaron los días y Claudia la iba a ver;  y las semanas y la niña la regaba con agua fresca y así  la flor creció y creció hasta convertirse en una hermosa planta de flores rojas, amarillas, lilas y naranjas y con hojas del color más verde que nunca se haya visto.
            Una tarde, cuando Claudia la fue a visitar, la flor le dijo:
                        -“Hola, Claudia. Ahora ya soy la flor más bonita del mundo. Gracias a tus cuidados. Te contaré mi secreto: Si aquella tarde que me viste chinijita, chinijita tú me hubieses arrancado, hoy no existiría y no te podría contar mi secreto. Pero tú me cuidaste. Me diste agua, quitaste las malas hierbas de mi alrededor y dejaste que el sol me diera fuerzas; me venías a ver y, sin saberlo, me dabas mucho amor. Y a mí me gustaba crecer y crecer para seguir disfrutando de todo eso. Y el secreto es que, si tú haces lo mismo, un día serás la persona más bonita del mundo. Tienes que querer mucho a toda tu familia y a tus amigos. Hacer caso a tus padres, trabajar mucho en la escuela y no decir nunca mentiras. Ya verás como, si haces eso, tú serás la niña más bonita del mundo que tiene en su jardín la flor más bonita del mundo.”
            Y entonces Claudia se sentó a su lado y acarició a la flor con uno de sus deditos. El sol, que la estaba mirando desde el cielo, sonrió; y unos pajaritos que pasaban volando, comenzaron a cantar.

 Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Cuento escrito para ser contado a mi hija

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