Se celebra estos días el XXVI
Festival de Música de Canarias y lo hace con estreno de lujo: Zubin Metha al
frente de la Staatskapelle de Dresde, la orquesta más antigua del mundo. Es el
punto de partida de las actuaciones que comprende este año el Festival que,
como es uso y costumbre, viaja por todas las islas del Archipiélago, incluida
La Graciosa. Como debe ser. A Lanzarote corresponden otras cuatro citas cuyo
denominador común ha de ser el de agrupaciones más bien chinijitas. Aquí, en la
tercera isla en importancia en el conjunto del Archipiélago, no tenemos dónde
meter a una Sinfónica Filarmónica. Son muchos.
Cumplida la primera década del
Siglo XXI, Lanzarote carece de infraestructuras culturales, no ya sofisticadas,
es que ni siquiera básicas. Trato de repetirlo todas las veces que pueda a ver
si a alguien se le ocurre tomar alguna medida. Hoy por hoy, y en hablando de lo
público y presto a ser usado, sólo disponemos del Teatro de San Bartolomé. Que
es digno para lo que es: teatro de pueblo. Todo lo demás (Jameos, Tías,
Arrecife, El Almacén…), o está cerrado o no está. Y en todo caso, aún estando,
tampoco es apto para meter ochenta músicos.
A los políticos les suele poner
de los nervios que se recuerden sus fiascos. Confían en la frágil memoria
ciudadana para sacar nota en los siguientes exámenes electorales. En eso y en
el cartón piedra para hacernos ver que ya llega lo que tenía que haber llegado
hace lustros. A la entrada a Arrecife por la Autovía del Sur se puede ver ya el
cartel anunciador del futuro Auditorio, del que no se ha movido ni un tenique y
al que le quedan años de obras. Pero ya alguien mandó poner un cartel vayan a
saber ustedes para qué.
Antes de ese nonato Auditorio la
infraestructura cultural más reciente está cerrada, ha dejado dos imputados en
el camino y requiere una inversión de más de 250 mil euros porque no se
hicieron las cosas bien. Es el llamado Teatro Insular de Arrecife. Una “cosa”
que empezó siendo un apéndice del Conservatorio de Música (y que hubiese sido
un excelentísimo salón de actos del edificio) para acabar vendiéndosenos como
la capital de la Cultura de Arrecife.
Lo cierto es que ese Teatro sólo
ha vivido las actuaciones de los bufones políticos de turno. Un puñado de
cafres e inútiles, incapaces de hacer las cosas bien, por mucho que pasen los
años. Si a día de hoy no tiene ni los papeles ni las dotaciones que le
permitirían tener los documentos en regla, ¿En base a qué fue inaugurado por la
hoy consejera de Bienestar Social del Gobierno de Canarias, Inés Rojas, en su
etapa de presidenta del Cabildo? ¿Con qué garantías fue reinaugurado por la hoy
censurada Manuela Armas? ¿Quiénes se creyeron que eran Rubén Placeres y Enrique
Pérez Parrilla para hacer caso omiso de las leyes y permitir que se siguieran
ofreciendo actuaciones en un lugar no apto para ello? ¿Por qué los ciudadanos
de esta isla somos tan pacientes y permitimos que nos sigan engañando tantas y
tantas veces?
Los dos siguientes en actuar en
el Teatro son el presidente actual, Pedro San Ginés y su consejero de Cultura,
Francisco Cabrera. Empieza la cuenta atrás para saber si son capaces de abrir
un teatrillo. A fin de cuentas una infraestructura de la que disfrutan desde
hace décadas, pueblos y ciudades del mundo entero. Pero que aquí, ya ven,
parece que nos cuesta un poquito.
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