Y bien que hace. En su lugar yo también me negaría a ser
ciudadana de un país de gobierno de calzones bajados y chorrillo permanente
frente a mon amí Mohamed. Tras dos
semanas en huelga de hambre y un auténtico escándalo internacional, el Gobierno
de José Luis Rodríguez Zapatero ha ampliado a tres las ofertas sugeridas para
dar salida a la crisis provocada por la situación de la activista saharaui pro
derechos humanos, Aminatou Haidar. Las dos primeras fueron rechazadas, una por
insultante y otra por cachonda. Así se ha de definir que la manden a la oficina
de Marruecos a por otro pasaporte que sustituya al que el propio Marruecos le
quitó, o que pida estatus de refugiada en un lugar de la que es residente, al
menos, hasta enero de 2010. La tercera, la que ha rechazado este domingo, le
sugería que admitiera la nacionalidad española ofrecida por el Gobierno.
¿Y quién les ha dicho nadie que Aminatou quiera ser
española? Tras esto es fácil imaginar a Marruecos cada vez más fan de Zapatero y del PSOE. Las
ocurrencias de la Diplomacia española parecen dictadas por el Ministerio del
Interior marroquí que espera con interés, y catorce aviones en El Aiún, que la
tercera vía sea aceptada para ir organizando vuelos turísticos repletos de
molestos saharauis al Lanzarote de las oportunidades. A pie de pista, o
escondido en un despacho (más bien lo segundo) el representante del Gobierno
español en la isla, Carmelo García Déniz, regalando carnés de español a los
activistas desembarcados.
El país que quiere tener una habitante más, empadronada en
la Terminal 1 del Aeropuerto de Lanzarote, es un lugar de comportamientos quijotescos
en las grandes cuitas y maquiavélico en las pequeñas cosas, en palabras de
Fernando Savater. Y no le falta razón al filósofo. Sólo hay que ver la que
queríamos liar con eso de la Alianza de las Civilizaciones y lo incapaces que
estamos siendo para devolver a una ciudadana al lugar del que partió obligada.
Recordar ahora cómo el Gobierno socialista quiso, en los
primeros minutos, solucionar este asunto de enorme repercusión mundial causa
cierto sonrojo. Pensar que con echarla a la calle a dormir, empujar a la prensa
y denunciarla ante un Juzgado de Primera Instancia la cuestión estaba anulada
es, en efecto, muy maquiavélico y un punto obsceno. Tratar ahora de
solucionarlo mandando a una cupletista que tiene el número del móvil de
Moratinos es surrealista y patético. Amitetou Haidar no quiere ser española. No
pretende tan alto honor. Sólo quiere volver a su modesto hogar de El Aiún,
donde le espera su familia.
Y mientras los días van pasando.
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