Carmen Arrocha, esa incansable mujer que preside la
asociación que aglutina a las familias de enfermos de cáncer, ha vuelto a poner
el dedo en la llaga: padecer la enfermedad que casi nadie quiere nombrar en una
isla como Lanzarote, aumenta las probabilidades de perder la batalla. Dicho de
otro modo: los lanzaroteños, que no tenemos las mismas posibilidades que
grancanarios o chicharreros de formarnos en la Universidad, sí que contamos con
más papeletas que cualquiera de ellos de morirnos si el cáncer nos viene a ver.
Maldito privilegio.
Y todo ello
pese a los esfuerzos del personal de la planta de Oncología del Hospital
General Dr. José Molina Orosa, que al parecer está bajo las órdenes de la Dra.
Paz a quien no tengo el gusto de conocer pero de la que cuentan maravillas las
opiniones de quienes comentan, en los modernos foros de Internet, la noticia
que habla de las quejas de Carmen Arrocha. Tenemos un gran personal. Pero un
personal más que insuficiente. Tenemos medios, pero ni los más avanzados ni en
número bastante.
Estas
cosas. Estas malas cosas, ocurren en Lanzarote fundamentalmente por tres
motivos que nada tienen que ver con la doble insularidad, los sobrecostes o la
insistencia de los alisios en soplar siempre para el mismo lado. Las verdaderas
razones, tres digo, son: la histórica marginación del Gobierno de Canarias a
toda isla cuyo nombre no sea Gran Canaria o Tenerife; la escandalosa pasividad
rayana en el aborregamiento de los ocho Parlamentarios Regionales que al parecer
nos representan pero que se muestran incapaces de estar en lo importante y,
tercera razón, el sempiterno conformismo de una sociedad, la conejera, que
teniendo argumentos para agarrar la dinamita, sigue prefiriendo el estéril
lamento silencioso.
Esperar que
el Gobierno de Canarias se ocupe de algo
que no sea el “exquisito equilibro entre las islas” (entiéndase entre las dos
islas que acogen a las respectivas capitales de provincia) es perder el tiempo.
Contemplar cualquier día de estos que sus señorías los ocho Parlamentarios
lanzaroteños estén a lo que hay que estar, es inútil. Así que sólo queda
desperezarnos. Abrir los ojos. Echarnos un balde de agua helada en la cabeza y
reaccionar. Pongámoslos a trabajar.
De los ocho magníficos
poco se sabe. De una en concreto, la número cuatro del Partido Socialista, no
sé ni como se llama (¿acaso alguno de ustedes lo sabe?). Otro aparece en las
listas de los más vagos de la Cámara, un tercero vende como gran cuestión presidir no sé qué comisión que busca a no sé
qué niños (gran servicio a Lanzarote, la tal cosa)….y así podríamos seguir. Fue
lo que votamos, claro, pero no es lo que merecemos.
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