Todavía recuerdo como si fuera
hoy la primera vez que me llevaron a El Golfo. No fue por la carretera de Los
Hervideros, sino por el otro acceso, el que pasa rozando la anacrónica zona de
tiro militar. Circulábamos en medio de la nada cuando, de pronto, la vía se
precipitó cual montaña rusa natural y allá abajo, montando guardia para que el
ejército de Neptuno no se adentrara en la lava, aparecían un grupo de blancas
casitas en contraste con la tierra quemada. Me impactó esa visión. Cuánta paz
en tan poco espacio. Hoy, ya lo saben, esa paz ha sido perturbada por un
quítame allá ese deslinde por parte de quienes no sabían que aquello constituía
pueblo.
Aún sin parpadear, mis
improvisados guías me llevaron al Charco de los Clicos. Una denominación que
debió firmarla un adelantado a su época porque, en efecto, lo que antaño era un
lago verde, hoy es un simple charco. Mañana, no será ni eso. Simplemente, no
será. Y menos mal que tenemos a las autoridades preocupándose del Charco de los
Clicos. No quiero pensar qué hubiese sucedido de no mediar tantísimo dolor de
cabeza institucional.
La reciente historia en relación
a uno de los paisajes más fotografiados por quienes nos visitan tiene su
origen, si no recuerdo mal, en tiempos de gobierno del PP. El entonces diputado
nacional, Cándido Reguera, presentó una iniciativa para evitar que el lago
verde siguiera desapareciendo lentamente.
Feneció en las urnas el segundo Gobierno de Aznar, ha transcurrido la primera
legislatura de Zapatero (y parte de la segunda) y el Charco de los Clicos,
ajeno al vaivén gubernamental, continúa recogiéndose en las entrañas de una
maravillosa playa de arena negra.
Deben haber pasado cinco presupuestos, mínimo. En medio: estudios de
viabilidad, medioambientales y todo lo que ustedes quieran. Son necesarios,
claro. ¿Pero es preciso ser tan exasperadamente lento? ¿A quien echaremos la
culpa cuando el Lago sea sólo un hilo de agua verde? Me temo que, además de la
más que demostrada parsimonia burocrática, topamos de nuevo con la palpable
ausencia de liderazgo en la isla de los conformistas.
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