José María Aznar López, presidente del Gobierno de España
entre 1996 y 2004 visita Lanzarote este sábado. Reconozco que debo hacer un
esfuerzo por contenerme antes de seguir escribiendo. Son demasiadas las
imágenes que se agolpan en mi memoria (creo que en la de todos) y que, ni el
paso del tiempo, ni los esfuerzos del PP por hacerme ver lo que no es, han
conseguido borrar. Supongo que debería cantar las excelencias de un líder que
recogió un país podrido por la corrupción del último tramo de gobierno
socialista y lo saneó. Supongo. Pero enseguida recuerdo cómo lo devolvió.
Así que la
imagen que tengo de Aznar no es la del líder que en su primera legislatura puso
a España en el tren en el que viajan el resto de países de la Europa moderna. No. La foto
de las Azores me lo oculta y el ruido de la mentira del 11-M me impide
escucharlo. Todavía hoy ladran otros doberman que creen olfatear vascos entre
la carne quemada por las bombas del odio fundamentalista. La imagen de Aznar me evoca aquello que
rechazo y todo en lo que nunca he creído.
Por supuesto que la bendición de Aznar a la
invasión de Irak, a la que han seguido decenas de miles de muertos de
i-no-cen-tes, está en el cenit de mi repulsa al político conservador. En la misma
medida en la que se me aparece el abandono a la familia de José Couso, el
cámara de televisión asesinado en el Hotel Palestina, para no molestar al amigo
George. O la negativa a reconocer que en Irak no había armas de destrucción
masiva y, acto seguido, hacer algo tan simple, tan cristiano si me apuran, que
es pedir perdón. Simplemente perdón.
Aznar buscó
a ETA en el 11-M. Necesitaba a ETA en el 11-M. Todavía hoy, con la absurda
teoría de la conspiración desmontada, sus herederos imploran por una conexión
con el terrorismo vasco. Es verdad que Aznar ya se iba, pero en su camino de
vuelta no pasó por la
Estación de Atocha. No estaba en su itinerario. Luego, el ex
presidente escribiría que la sociedad española no estaba preparada para un
atentado islamista. Nosotros, nosotros, siempre nosotros. Él nunca. Familiares
de víctimas piden hoy, en el juicio, responsabilidades a aquel Gobierno.
Pero, con todo, lo peor
no es lo descrito. Tampoco tratar de demonizar a todo aquel que no se sintiera
español (aún habiendo gobernado con nacionalistas vascos y catalanes), o negar
que su gobierno negociara con el entorno abertzale para echar en cara a ZP que
lo haya hecho. Lo peor de todo esto, es que ha pretendido pasar a la historia
sin una sola mancha en su historial. Y la perfección no existe. No saludo tu
llegada, José María Aznar López.
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