Los grandes, los poderosos, los intocables del poder,
cualquiera que sea la forma en que éste se les manifieste, deben pensar que
ellos son los que escriben la
Historia. Ni siquiera cualquier negro a sueldo. Ellos mismos.
Y más grandilocuente es el argumento de la Historia que nos incluye a todos, cuanto más
mediocre es quien de jerifalte ejerce. Tiene, la Historia que escriben los
elegidos, hasta su limbo particular que es adonde van los hechos que nunca han
sido.
Tuve una vez
un jefe empresario de la comunicación, que no periodista, que negaba la
existencia a aquel político o partido que no compraba su presencia en el Medio.
¿No pagas? No sales. Y sin dar muchas pistas, hay hemerotecas, archivos de
radio o de televisión, en los que, por ejemplo, transcurren meses enteros en
los que da la sensación de que todo un grupo de gobierno del Cabildo se ha ido
de vacaciones largo tiempo.
Es el limbo
de la Historia
de Lanzarote en el que creen los notables interinos de los centros de decisión.
Si yo no lo cuento, eso no existe. Créanme que así fue. Ahora quizá es distinto
ya que la proliferación de medios ha ido dejando en pelotas esas intenciones de
ocultar algo que puede hacer daño al de la chequera. Sea ésta pública o
privada. He superado la batalla, pero un día estuve en esas trincheras. Y por
el mismo precio.
En mi
descarga, para quien guste juzgarme (hay
cola), diré que no pocas veces traté de convencer al cabeza dura y bolsillo lleno
de que la Historia
es como es. Que si un Presidente inaugura un pantano, el simple hecho de no
contarlo no hace desaparecer el pantano. Sólo se seca la credibilidad de quien
no lo narra. El pantano sigue ahí, pero en el archivo mediático no está. Ha ido
al limbo de la Historia
escrita por el poderoso.
Desgraciadamente,
en estos últimos meses de legislatura, el limbo de la Historia ha engordado con
hechos que nunca han sido cuyos protagonistas son políticos que ojalá nunca lo
vuelvan a ser.
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