martes, 5 de diciembre de 2006

El yate

El otro día me mostraron un par de fotos en las que se apreciaba lustroso yate atracado en el Marina Rubicón (selecto puerto deportivo santo y seña del turismo de calidad y recurso siempre presente en las oraciones de un periodista). Me dijeron que pertenecía a una mujer que ejerce la política en la isla. Y añadieron que antes era de un poderoso empresario de la construcción. Y más nada. ¡Hala, búscate la vida y ata cabos! Puedo pensar bien y escribir que la señora se ha pedido un crédito de mil pares de narices, que se jarta a potaje en lugar de solomillo y que utiliza unos ahorrillos que le han quedado de vayan-a-saber-qué para comprar el paquebote de segunda travesía. Puedo. Pero también puedo pensar mal y acabar en la cárcel por difamador porque estas cosas que ustedes están pensando son casi siempre difíciles de demostrar.
            Un bajel como el que en la foto aparece vale sus buenos eurillos y el lugar donde está amarrado tampoco sale gratis. Creo. Es más, aseguro. Y si a eso le sumamos que esa familia ha de mantener, pongamos, una casita en la playa, otra en el campo y una tercera en la ciudad, nos dará como resultante que yo de mayor quiero ser político. Está por descubrirse el cargo público que pase más penurias, aunque sea las mismas, que pasaba en su vida “de civil”. Casi todos, ¡oh casualidad!, han aumentado su tren de vida nada más que con echarse unos ratos en cualquier poltronilla del tres al cuarto. Algunas, ya vemos, del tren de vida han pasado al yate de por vida.
            Así que cuando ví el retrato acerté a medio divisar mi cara de pasmado reflejada en estribor. ¿O era babor? Siempre he tenido algún problemilla para distinguir la derecha y la izquierda de los barcos. Más o menos como algunos políticos. Sólo que ellos se lían con la geografía ideológica y yo con la náutica. Si alguna vez soy concejal (que lo dudo porque ni aspiro ni me querrán en ningún lado por lenguaraza) supongo que aprenderé lo que es babor, estribor, proa, popa (esta medio me la sé), la botavara, el trinquete, el ancla, la escotilla (el escote), el forro y el morro (que algunas le echan al asunto, subrayo).

            Diablos de foto que descubre mis miserias. Quemándome los ojos en la pantalla del ordenador sin un mal constructor que echarme a la caja B. ¿Son todos iguales? No, qué va. Son unos cuantos. El problema es que el resto, en lugar de señalarlos con el dedo, calla. Calla y los sigue eligiendo candidatos. Y candidatas. Viva la Virgen (del Carmen, que es la patrona de los marineros. Y marineras) 

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