Hubo un tiempo en que las reflexiones de la Fundación César
Manrique eran respetadas. Es más: eran demandadas de tan poco como se
prodigaban en relación a lo mucho que había que alegar. Se hacía eterno el
periodo que transcurría entre una opinión y la siguiente. Apenas recuperados del
impacto sobrevenido a la muerte del artista, en las entrañas del Taro todavía
dudaban sobre si, además de seguir con su obra, debían hacer lo propio con su
espíritu. Lanzarote pedía a gritos que la Fundación perpetuara el mensaje de Manrique
traduciendo las voces de ultratumba. Tarea nada sencilla y, desde luego, poco
agradecida. Aún así, cerraron el debate y a ella encaminaron parte de sus
esfuerzos.
Años
después la realidad nos sorprende con algo bien distinto. Aquellas ansias de
conocer qué hubiese dicho César para ajustarnos a su filosofía se han
convertido en feroces críticas al adivinar, tras cada juicio de la Fundación , un interés
económico. Si cuestionan una carretera por adecuarse poco o nada al paisaje que
la rodea, es porque la
Fundación teme que esa vía le quite clientes (no me pregunten
por qué hay gente que llega a la conclusión de que a la FCM se va, no por lo que
contiene sino por las carreteras que van
hacia ella). Si presentan recurso ante tal o cual actuación pública, es como
consecuencia de alguna actuación inmobiliaria que se les habrá jeringado a Pepe
Juan, Fernando y compañía.
En aquellos
mismos años en los que se clamaba por la tutela de la Fundación , coexistía una
Asociación Ecologista, El Guincho, que se personaba en todos los debates
habidos y por haber. No sólo en las trincheras (Pocillos, Islote del Francés,
Papagayo,…) sino jalando de la sociedad (Jornadas de Educación Ambiental,
Cultura y Sociedad, Animación Social, …). Suponía un aliciente comprobar que no
ibas a estar solo en la lucha. O que podías integrarte en lo que otros habían
comenzado. Mirabas a tu alrededor y había gente.
Hoy,
lamentablemente, El Guincho sólo habla cuando Alternativa Ciudadana tiene algo
que decir. Y bien está que AC25M diga y que lo haga a voz en grito, pero mucho
mejor estaría que, al tiempo, El Guincho estuviera para algo más que para
defender una vivienda de pescadores o para pintar de verde las ambiciones
políticas de unos pocos.
A mayor gloria de quienes han
ansiado siempre que la sociedad esté amordazada, hoy asistimos a diversos
intentos de asesinato de la Fundación César
Manrique una vez que hemos comprobado que El Guincho ha muerto de muerte
natural.
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