Coincidíamos un amigo y yo el
otro día: la actual es, con diferencia, la peor corporación que ha tenido el
Cabildo en su etapa democrática post franquismo. Del 75 para acá. Y miren que
ha habido corporaciones. Y miren que ha pasado cada cual que ya nos vale. Pero
nunca como este último año. La legislatura presidida por Nicolás de Páiz
(1987-1991) fue la última hasta la fecha en la que terminó de Presidente la
misma persona que ganó las elecciones. Y fue, con diferencia, el cuatrienio en
el que se proyectaron, se ejecutaron y se terminaron más obras. Cierto es que
no existía por entonces la figura de la moción de censura aplicable a los
cabildos y que De Páiz acabó cogido con pinzas al sillón presidencial. Pero fue
una legislatura honesta, límpia de polvo y paja populista y donde, por última
vez en la Primera Corporación
de la isla, se trabajó para el pueblo. Recuerdo una máxima de Don Nicolás,
despreocupado de vender el producto en los entonces escasos medios de
comunicación existentes en la isla: “el
pueblo no es tonto”. Pues lo fuimos. Y lo seguimos siendo, según se ha
visto repetidamente desde el 91 y hasta hoy.
Huérfanos de obras y ricos en
polémicas. Eso es lo que, institucionalmente, hemos sido desde los inicios de la
última década del siglo pasado hasta ahora. Nuestra única herencia de entonces
(el PIOT) la hemos mal desarrollado (¿dónde está el suelo ganadero?),
maltratado y está por ver en qué termina. De momento tres años tirados a la
basura, incapaces de desclasificar las 26.000 camas. Y un año por delante para
tirarlo a la basura también. A qué sino tanta discusión sobre el famoso PTE. ¿A
quien obedecen en el Cabildo actual?
Es este un Grupo de Gobierno que
llega tarde, o no llega, a la hora de presentar informes medioambientales. Que
titubea constantemente en los mensajes que lanza a los ciudadanos. Que se ha
mostrado incapaz de corregir errores del pasado (las becas se han vuelto a
pagar una vez terminado el curso). Que ha dimitido en Pesca. Que no se ha presentado
en Agricultura. Que lo mismo pide la Autonomía para el Puerto de Arrecife y, cuando
nos damos la vuelta, la niegan en corporaciones suprainsulares. Que se ríe del
Pleno, otrora sagrado, dejándolo vacío de gobernantes. Con dos partidos que se
supone íntegros dando aliento y cobijo a un grupo de tránsfugas. Ellos los
llaman de otra manera, pero sólo hasta que llegue la campaña electoral. Una
campaña electoral que, por cierto, ya ha visitado el Cabildo, con un
vicepresidente poniendo a parir al partido del otro vicepresidente y viceversa.
Un Cabildo con Gabinete de Prensa
sólo al servicio del Grupo de Gobierno, con un profesional para cada partido (o
sea tres), con otro en el Patronato de Turismo, (y van cuatro), con Cultura
viviendo al margen (y va son cinco), más de lo mismo en Centros Turísticos
(seis gabinetes de prensa ya) y también en Política Territorial. Siete aparatos
de comunicación distintos formados por excelentes profesionales que trabajan lo
mejor que pueden y saben en medio de tanto desbarajuste.
Una Institución que nos
representa a todos que ha insultado a la Fundación César
Manrique, que ataca sin rubor a la patronal alojativa, que acaba de arremeter
contra Adena. Un Cabildo, en definitiva, irreconocible como auténtico Gobierno
y muy lejos, lejísimos, de lo que debe ser. Con unos políticos tan desapegados
de la realidad que han perdido por el camino de “por el bien del pueblo y la estabilidad de las instituciones”
cualquier conexión con la vergüenza que se nos supone a todos. Verán, sino, como
dentro de poco se inaugura como una gran obra y con toda la pompa y el boato del
que son capaces la segunda fase de la Casa
Cabildo. Será el punto
más alto al que habrán llegado ellos y el más bajo al que habrá caído la
institución en esta legislatura. Yo, de ellos, no lo inauguraba. La memoria de los
casi centenarios Cabildos no lo merece.
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