viernes, 2 de junio de 2006

Dimas, no voy a acompañarte


Lo siento, Dimas. Si ingresas de nuevo en Tahíche no cuentes conmigo para acompañarte hasta el umbral enrejado. No te pillará de sorpresa porque sabes que otras veces tampoco he ido. Ni siquiera a cubrir la noticia. Para mí guardo si lo siento o no, si lo comparto o no, si lo entiendo o no. Y tú me conoces. Sé que no me echarás de menos porque, entre otras cosas, volverás a arrastrar a centenares de fieles que te arroparán en el duro trance. Y sé también que dejarás lejos el recuerdo de la última ocasión. Así que ni notarás que esta vez no estarán ni María Isabel, ni Celso, ni Inés, ni Juan Pedro ni tantos otros que han acabado sacándote los ojos. ¿Tanto daño les hiciste?
            Qué miseria la política. Muchos creímos que todo aquello era amistad que perdura por encima de los intereses políticos. Que gente que tú te inventaste y elevaste a los altares de la poltrona te habían cogido cariño. Que las lágrimas eran reales. Que las gafas de sol ocultaban verdadero pesar. Que el ridículo aquel de todos ellos con las pegatinas de “preso político” era un ridículo consciente. Pero no. Todo era mentira. Sin poder no eres nadie, tío. Al menos para muchos de tus particulares frankensteins.
             Vuelves a estar en el abismo que ya conoces. Esta vez te denunció un socialista, ¿recuerdas? A pesar de ello le diste alas hasta asegurarle un retiro dorado en el mismo lugar donde fue alcalde con Franco. A cambio metiste a los tuyos que ahí siguen. Sólo que ahora preferirán “Cine de Barrio” a las puertas de Tahíche cuando llegue un nuevo sábado por la tarde.
            No sé si así es la vida. Pero así es la política en esta isla. Tú no eres ajeno en la doctrina de los hoy apóstoles. Debiste adivinarlo, pero quizá has estado demasiado ocupado en tu sempiterna huida hacia adelante. El carrusel no se para y ahora afrontas un nuevo atardecer. Pero el sol volverá a salir, seguro, algún día. Esta vez vete preparado y procúrate unas buenas gafas de sol. Puedes elegir entre las que dejaron tiradas aquellos que te acompañaron el penúltimo sábado por la tarde de tu historia.

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