Cuando Ginés Quintana tomó la
decisión de asomarse a la cosa pública le faltó tiempo para afearme algo que yo
había dicho hacía años y que molestó al claustro que él dirigía en el colegio
Nieves Toledo. Fue en la primera ocasión que nos vimos para una entrevista
entre el periodista y el político. Quizá lo más fácil hubiese sido tirar del
andrajoso traje hipócrita que viene en el kit
del candidato y hacer como si nada hubiera pasado, pero eligió la claridad sin
medias tintas. A partir de ahí comenzamos a hablar desde el respeto mutuo.
Saltó a la política porque creyó
que los ciudadanos necesitábamos de otros ciudadanos para ser gobernados y esa
fue su primera decepción: en una isla hastiada (ya entonces) de los
comportamientos políticos al uso, el proyecto no acabó de entrar con la fuerza
necesaria. Y al poco se contagió del virus de la inmadurez política provocando
la primera gran bronca de Alternativa Ciudadana que desembocó en fractura.
Uno, que ha tratado con todos los
cargos públicos que ha tenido Lanzarote en los últimos casi treinta años, ha
encontrado a poca gente como Ginés. Y desde esta experiencia les aseguro que a
la isla le hubiese ido bastante mejor con más quintanas en las instituciones. Con gente menos dada a la pose
artificial, carente de populismo, sin necesidad de ir a las escuelas de
guiñoles a que les enseñen qué decir y cómo comportarse delante de un micrófono
o una cámara. Era hombre a quien recurrir en pos de la verdad sin maquillajes. Ginés fue un obrero de la política.
Y lo fue hasta los últimos días
de su vida: tomada la decisión de abandonar el cargo de consejero del Cabildo,
Ginés Quintana accedió de inmediato a trabajar junto a Blanca Blancas en el
grupo municipal de Arrecife que estudia el Plan General, actualmente en fase de
redacción. Y en ello habría empleado la misma pasión con la que te definía los
guisos que había cocinado el día anterior o el amor con el que te hablaba de su
hija Nayra.
Porque al final, en la vida del
obrero político, lo que importa es lo mismo que nos importa a todos: la
familia, los amigos, las costumbres….la naturalidad de comportarse tal como uno
es. Con su esto y su aquello. Y a Ginés Quintana eso siempre se le notó.
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