miércoles, 14 de agosto de 2013

Centros Turísticos: punto de llegada


El llamado conflicto de los Centros Turísticos en realidad no es un conflicto. Es un espejo donde se proyecta la imagen deformada de quienes han estado gobernando las instituciones de esta isla en los últimos lustros. Un día por la mañana te pones tu mejor traje, te llenas de gomina hasta las cejas, esbozas la mejor de tus sonrisas, te bañas en perfume (menuda estupidez pues los espejos no devuelven aromas) y te colocas frente a la luna de cuerpo entero esperando verte lustroso y triunfador como te crees. Pero te topas con tu propia y triste realidad.

Y allí te ves con unos cuantos años menos siendo testigo de cómo alguien cercano a ti, y del que luego has mal aprendido, acarrea con viajes y viajes de pagas extras, bolsas de vacaciones, ayudas para libros, seguros médicos y otros presentes con los que camelar a decenas de trabajadores de las empresas públicas que tu partido gestiona mientras por lo bajini les sueltas lo del voto de las próximas elecciones. Así que es normal que ahora tus gritos de ajustes caigan en saco roto, porque no hay nadie que los oiga, porque los espejos no hablan. Devuelven la imagen pero no la voz.

Es verdad que los tiempos han cambiado, que estamos en la época de los ajustes, que ya nada volverá a ser como antes, que debemos acostumbrarnos a viajar a la actual velocidad crucero, pero ha sido tanto y tanto tiempo de logros obtenidos con pasmosa sencillez en la mayoría de las ocasiones, que ahora cuesta asimilar que en lugar de derechos lo que se ofrece son rebajas.

Y la reacción, frente a eso, no puede ser más visceral: huelga al canto. Un recurso utilizado con la naturalidad del que sabe que siempre, o casi siempre, ha funcionado. Que lo de estos días nos sirva como punto de llegada. Unos, para dejar ahí arrinconado el irresponsable populismo del pasado. Otros, para no abusar más del pobre desgraciado que cree tener el mejor traje, la mejor gomina, la más bonita de las sonrisas y una caja de dinero que no es suyo, y saberse manejar en el escenario donde todos, lamentablemente, nos dejamos algo de equipaje.

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