Puede que a mucha gente le haya
pasado desapercibido, pero si nos fijamos bien el actual presidente del Cabildo
de Lanzarote, Pedro San Ginés y el Ministro de Industria, Energía y Turismo,
José Manuel Soria, tienen algo en común. Quiero decir: algo más que ese punto
petulante y postinero, que allá cada cual con sus andares. Los dos, Sanginés y
Soria, defienden a muerte la camiseta de las empresas privadas que en algún
momento de su trayectoria reciente se han cruzado por la senda de su gestión.
De Soria sabíamos que lleva el
logotipo de Repsol grabado en su conciencia. Desde hace meses le escuchamos
defender los parabienes de la empresa y de su actividad hasta el punto de que
ha hablado más él que ningún otro portavoz de la petrolera. Con esto de los
recortes puede que hasta hayan despedido al director de Comunicación, que con
Soria tienen de sobra y encima lo pagamos entre todos.
Y es ahora cuando descubrimos que
Pedro Sanginés se pirra por capitanear la defensa del Canal de Isabel II, la
empresa madrileña (multinacional, me corregiría) privada (pública me volvería a
matizar) a la que él y sus colegas de partido, con la inestimable colaboración
del PSOE, han decidido entregar la gestión pública del agua en Lanzarote y La
Graciosa.
Dejando al margen el
neosurrealismo político que supone tratar de vender como un éxito la
liquidación de un monopolio público, Sanginés se ha enfundado de último la
camiseta del Canal de Isabel II y se emplea a fondo en la tarea de mantener a
cero la portería de la reputación empresarial de los madrileños. En esa tarea y
en la de lanzarse con el cuchillo entre los dientes contra los que dudan.
Cuestión de sensibilidades. Cuando a todos nos duele
perder el carácter público de la gestión del agua, a él le lacera que se ponga
en cuestión el proceso privatizador.
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