La primera persona a la que se lo
oí decir, hace ya años, fue al ex
presidente del Gobierno de Canarias y actual Diputado del Común, Jerónimo
Saavedra. “Ojo con la renovación”, me dijo, “los jóvenes tienen que ser ‘algo’
antes de dedicarse a la política”. El ex dirigente socialista me quiso
transmitir que la sola cualidad de la juventud, si es que la juventud es una
cualidad, no es garantía suficiente para dar la talla en las instituciones. Y
quiso decir más: que cuando no se tiene otro oficio que la política, mal
asunto. Y si se arranca con este panorama desde los diecinueve años, peor
todavía.
Sin embargo tampoco el paso por
la Universidad o el asentarse en el mercado laboral son el sello no ya del buen
gestor, sino tan sólo del ético comportamiento. Lo hemos ido comprobando con
alguna de las incorporaciones a la política de los últimos años y esta misma
semana hemos asistido, quizá, al ejemplo que más claramente ilustra la teoría:
el de Nayra Callero.
La concejal que ha dejado el
Partido Popular pero se ha quedado con el acta en el ayuntamiento de Arrecife,
fue presentada como una gran esperanza de la derecha conejera. La número dos de
Cándido Reguera, el candidato a alcalde. La mujer que comenzó la legislatura
con mano de hierro colándose en los despachos de funcionarios ociosos, el azote
de los demonios socialistas, el rostro sereno y la elegancia en el porte en
contrapunto a la política chusquera que tantas veces hemos visto.
Nayra Callero es licenciada en
Derecho. Está especializada en derecho laboral y no tiene problemas de empleo.
Joven, universitaria y con trabajo consolidado. Todo para acabar convirtiéndose
en una vulgar tránsfuga. En otro caso más de tantos y tan malos ejemplos como
ha dado la política en Lanzarote. Una pena, en definitiva. Y además una pena
esperpénticamente explicada en una rueda de prensa en la que quiso ser la
protagonista de un vergonzoso episodio.
Parémonos a pensar: alguien se
toma la molestia de llamar a los periodistas para anunciar al mundo que es una
traidora. Estás a tiempo, Nayra. Devuelve el acta y recupera la dignidad.
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