Habemus papam. Seguramente esta
expresión la habrán oído hasta la saciedad en las últimas horas. Permitan que
quien esto suscribe se detenga hoy también en la figura del nuevo Jefe de la
Iglesia Católica. Francisco, a secas. O
el Papa Cuervo como ya le llaman en Argentina en su condición de hincha del San
Lorenzo de Almagro pues cuervos denominan a los seguidores de ese club de
fútbol.
De momento ya le han salido dos
lunares: su tibieza frente a la Dictadura Militar Argentina y su peculiar
opinión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, del que llegó a
afirmar que era una ‘movida del Diablo’. Frente a estas tacas, se muestran sus
virtudes como hombre austero, vivía en un apartamento, viajaba en metro o
guagua y cocinaba su propia comida en su Buenos Aires de residencia, y
denunciaba como pocos la pobreza en general y la de su país, en particular. Su
fuerza en este discurso le llevó a ser prácticamente el único opositor al
gobierno Kirchner hasta el punto de que el mandatario andino se cambió de
iglesia para no tener que oírlo.
Es, en fin, el Jefe de la Iglesia católica. Con la que no
comulga todo el mundo, como es natural. Pero yo, qué quieren que les diga,
profeso respeto a cualquier mensaje que atenúe el dolor del ser humano. Y pocas
cosas como la Fe para mitigar el sufrimiento de las personas. Ya lo dijo Walt
Whitman, ‘La Fe es el antiséptico del alma’
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