No es la primera vez que escribo sobre la Escuela de Hostelería de
Lanzarote. Seguramente no será la última. Aunque me gustaría lo contrario. Es,
esta cuestión, una de las que me fuerza a contenerme para no desatar mi furia contra
la panda de incompetentes que nos ha gobernado, nos gobierna y mucho me temo
que nos seguirá gobernando. Así, en general.
Y es que sólo desde la incompetencia se puede medio entender que año
tras año tengamos que asistir a las justas protestas de profesores y personal
administrativo del Centro con meses de sueldo pendientes. El 18 de abril irán a
la huelga tras que este último viernes caminaran en dirección al Cabildo acompañados
de los cada vez menos alumnos que se matriculan, desmotivados, desencantados y
desconfiados de hacerlo en una Escuela en la que no saben si es querida o no,
si es útil o no, si es Escuela o no.
Vale que nadie le mandó a Dimas que la hiciera. Vale también
que al ex alcalde de la Villa
le interesaran más los votos que le iba a reportar su construcción que los
pibes que en ella se iban a formar. Vale todo lo que ustedes quieran. Pero la
cuestión no es esa –hace mucho tiempo que dejó de ser esa-. Hagámonos la
pregunta ¿es necesaria la
Escuela de Hostelería? Claramente sí. Sólo hay que asomarse a
la calidad del servicio en la inmensa mayoría de bares y restaurantes para
darnos cuenta de que estamos muy lejos de los estándares de calidad que tanto
pregonan los mismos que nada hacen por procurarlos.
Me he entretenido buscando en Internet y me he tropezado con
Escuelas de Hostelería en Marbella, Cádiz, Baeza, Gijón, Huesca, Toledo,
Leioa…..Estas han salido sólo en la primera página del buscador. Ahí he parado.
Pinchando sobre la de Huesca, sale una página web bien hecha con profusión de
fotografías del Centro y varios detalles más. Picando sobre la de Leioa, me
detengo en el apartado de las recetas que han ideado y elaborado los alumnos
que hoy son ya cocineros. Alguno muy destacado, por cierto. No sigo buscando
para que la rabia no me termine por consumir. ¿Y la nuestra, Dios? Pienso
entonces que si Tahíche fuera un pueblo de Tenerife, en lugar de serlo del
Lanzarote de los políticos débiles y serviles, la Escuela de Hostelería
jamás hubiese estado resfriada, mucho menos con neumonía.
Pero no. Mal sobrevive abandonada del interés público allá
bajo la falda de la Montaña
de Tahíche. Viendo pasar el tiempo y las mentiras. Y comprobando como, poco a
poco, los mismos que dicen amarla le van preparando la mortaja y la sepultura.
El último invento que será, de nuevo, la salvación de la Escuela de Hostelería de
Lanzarote se llama “Plan de Formación”, según dijo el otro día la Presidenta del Cabildo
–ingenua la llamó un día Manu Riveiro-. El penúltimo invento fue bautizado como
“Patronato de la Fundación
de la Escuela
y tal y tal…”. No sigo.
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