jueves, 6 de abril de 2006

La Escuela de Hostelería


No es la primera vez que escribo sobre la Escuela de Hostelería de Lanzarote. Seguramente no será la última. Aunque me gustaría lo contrario. Es, esta cuestión, una de las que me fuerza a contenerme para no desatar mi furia contra la panda de incompetentes que nos ha gobernado, nos gobierna y mucho me temo que nos seguirá gobernando. Así, en general.  Y es que sólo desde la incompetencia se puede medio entender que año tras año tengamos que asistir a las justas protestas de profesores y personal administrativo del Centro con meses de sueldo pendientes. El 18 de abril irán a la huelga tras que este último viernes caminaran en dirección al Cabildo acompañados de los cada vez menos alumnos que se matriculan, desmotivados, desencantados y desconfiados de hacerlo en una Escuela en la que no saben si es querida o no, si es útil o no, si es Escuela o no.

Vale que nadie le mandó a Dimas que la hiciera. Vale también que al ex alcalde de la Villa le interesaran más los votos que le iba a reportar su construcción que los pibes que en ella se iban a formar. Vale todo lo que ustedes quieran. Pero la cuestión no es esa –hace mucho tiempo que dejó de ser esa-. Hagámonos la pregunta ¿es necesaria la Escuela de Hostelería? Claramente sí. Sólo hay que asomarse a la calidad del servicio en la inmensa mayoría de bares y restaurantes para darnos cuenta de que estamos muy lejos de los estándares de calidad que tanto pregonan los mismos que nada hacen por procurarlos.

Me he entretenido buscando en Internet y me he tropezado con Escuelas de Hostelería en Marbella, Cádiz, Baeza, Gijón, Huesca, Toledo, Leioa…..Estas han salido sólo en la primera página del buscador. Ahí he parado. Pinchando sobre la de Huesca, sale una página web bien hecha con profusión de fotografías del Centro y varios detalles más. Picando sobre la de Leioa, me detengo en el apartado de las recetas que han ideado y elaborado los alumnos que hoy son ya cocineros. Alguno muy destacado, por cierto. No sigo buscando para que la rabia no me termine por consumir. ¿Y la nuestra, Dios? Pienso entonces que si Tahíche fuera un pueblo de Tenerife, en lugar de serlo del Lanzarote de los políticos débiles y serviles, la Escuela de Hostelería jamás hubiese estado resfriada, mucho menos con neumonía.

Pero no. Mal sobrevive abandonada del interés público allá bajo la falda de la Montaña de Tahíche. Viendo pasar el tiempo y las mentiras. Y comprobando como, poco a poco, los mismos que dicen amarla le van preparando la mortaja y la sepultura. El último invento que será, de nuevo, la salvación de la Escuela de Hostelería de Lanzarote se llama “Plan de Formación”, según dijo el otro día la Presidenta del Cabildo –ingenua la llamó un día Manu Riveiro-. El penúltimo invento fue bautizado como “Patronato de la Fundación de la Escuela y tal y tal…”. No sigo.

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